(construcción del muro de Berlín)
El término clausura lo toma el pensador Cornelius Castoriadis de la matemática, concretamente del álgebra: “un
cuerpo algebraico es cerrado si todas las ecuaciones escritas con los
elementos de este cuerpo tienen solución en el interior del mismo” (Figuras de la pensable).
Castoriadis amplía este sentido a todo tipo de sistemas, sobre todo
sociales, y señala que la clausura más importante es la 'clausura del
sentido': “Un mundo de significaciones es cerrado si toda cuestión
que puede planearse en él o bien halla una respuesta en términos de
significaciones dadas, o bien su planteamiento carece de sentido”.
Clausurar es, de esta
manera un blindarse y cerrarse a lo externo y a la multiplicidad de lo
real, un autoinstituirse en lo propio como absoluto (es decir,
legitimando su fundamentación mediante una garantía extrasocial,
ontológica), privilegiando la obtención de respuestas apresuradas y
convenientes antes que un cuestionamiento profundo. La exclusión de la
diferencia y de la dimensión de apertura. De esta manera, toda
identidad, todo sistema totalizador (y totalitario), 'nihilista' (en
sentido propio), 'metafísico' (Heidegger) o 'expiatorio' (Girard),
pretende de una o de otra manera establecer un marco de clausura, un
límite definido y estricto entre lo que permanece dentro y lo que es
excluido fuera, siempre a partir de criterios normativos maniqueos. El
afán totalizador, definido a partir de certezas absolutas, no deja otra
salida que aquel cierre o blindaje que erradica completamente la
capacidad discursiva y múltiple de la interrogación cuestionante. Orden,
identidad, unanimidad, arraigo, certeza, expiación.
(artículo publicado en la revista KILIEDRO)