miércoles, 24 de octubre de 2007

EL HOMBRE DEL SUBSUELO


“Más rápido que tú, hijo de puta. Te he visto venir, pedazo de mierda. Cagón. Aquí estoy, empieza tú. Empieza tú. Venga... (desenfunda una pistola y amenaza con ella). Ni lo intentes, cabrón. ¿Me estás hablando a mí? ¿Estás hablando conmigo? ¿Me hablas a mí? ¿Si no a quién diablos hablas? ¿Es a mí? No hay nadie más que yo aquí. ¿Con quién coño crees que hablas? ¿Ah, sí? Muy bien... (desenfunda de nuevo)”.

Este famoso y extraño discurso es pronunciado por Travis Bickle, protagonista de la película Taxi driver (Scorsese, 1976). Cara a cara frente a un espejo, en el cuchitril donde sobrevive, sumido en una dolorosa y prolongada soledad. Se está adiestrando para un enfrentamiento, una auténtica misión suicida, articulada por sus delirantes sueños. Interpela y amenaza, no se sabe a quien; luego se verá que su víctima es intercambiable, que lo que le mueve es el enfrentamiento por sí mismo, no una víctima concreta. Travis es un auténtico hombre del subsuelo, un caso que ya hemos visto en otras ocasiones, tanto en la literatura como en el cine. Fue el gran novelista Fiodor Dostoyevski quien creó esta figura literaria en su obra Memorias del subsuelo (1864), aunque el perfil del personaje se prolonga en otras novelas como Crimen y castigo (1866) y su protagonista Raskolnikov. Se basaba para confeccionarlo, en parte, en su propia experiencia personal, aunque dirigida por una lucidez que era ya extraña al personaje literario, al que en gran parte había superado. Posteriormente ha tenido prolongaciones en la misma literatura, como pueden ser los casos de El extranjero (1942) de Albert Camus, El coleccionista (1963) de John Fowles, Un hombre que duerme (1967) de Georges Perec, etc. Aunque también en el cine, como en el Seul contre tous (1998) de Gaspar Noé, el Pickpocket (1959) de Robert Bresson, o la adaptación que hiciera William Wyler (1965) de la citada novela de Fowles; eso sin contar...

(artículo completo en KILIEDRO)

martes, 23 de octubre de 2007

LA ESTRATEGIA NACIONALISTA


La cosa viene de lejos, pero podríamos resumir el proyecto político de los nacionalistas vascos y catalanes durante estas últimas décadas como el intento de convertir una sociedad plural y heterogénea, como es la española de los últimos treinta años, en comunidades vertebradas a partir de fidelidades absolutas y unánimes, y definidas por exclusiones esencialistas (como dijo el senador del PNV, Xavier Makeda, “el que no se sienta nacionalista no tiene derecho a vivir”). En suma, se trataría de recuperar claves atávicas de raigambre etnicista en pleno siglo XXI.

Esta estrategia nacionalista, de la que todavía soportamos sus efectos (el Plan Ibarreche, por ejemplo), se pone en marcha tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. En 1998, con el Pacto de Estella, el PNV arrebata a ETA el liderazgo del frente nacionalista y es el que va marcando los plazos y las estrategias. Basa su fuerza el partido aranista en los poderes que el mismo Estado ha puesto a su disposición, y que utiliza para enfrentarse al mismo.

El Pacto de Estella (12/09/1998) lo firman cuatro partidos políticos (PNV, HB, EA y EB), siete sindicatos (ELA, LAB, etc.) y nueve organizaciones de distinto tipo (Gestoras pro-Amnistía, Elkarri, etc.). Se crea con ello un frente nacionalista con la clara intención de polarizar la sociedad vasca, en el contexto de un directo enfrentamiento con el Estado. Si, por una parte, el pacto de Ajuria Enea (Acuerdo para la Normalización y la Pacificación de Euskadi) de 1988 pretendía aislar a los etarras oponiéndoles un bloque democrático, en Estella el problema terrorista se define como un conflicto político que no se dirime entre vascos, sino “entre Euskadi y España”, y en el que la legalidad constitucional ya no sirve para solucionarlo. Ya no se trata de aislar a ETA, sino de negociar con ella. La negociación tiene un único sentido: el independentista; y una única solución: asumir las exigencias de ETA para que supuestamente deje de atentar. Para ello ETA sólo se ofrece una contrapartida: la tregua, que no es definitiva, sino una “tregua trampa” (como la bautizó Mayor Oreja), que permite fortalecer el entramado etarra y apaciguar el llamado ‘espíritu de Ermua’, que los nacionalistas (sobre todo el PNV) percibían como una amenaza para el mantenimiento de su hegemonía en el País Vasco.

La base de ese pacto nacionalista, su espíritu intelectual, residía en un documento preparado por el dirigente del PNV Juan María Ollora (la llamada ‘Vía Ollora’): la premisa consiste en forzar la independencia desde el propio gobierno vasco con medidas políticas o simbólicas que incentiven la construcción nacional. Se trata de imponer “actos de soberanía” que produzcan realidad, es decir, que generen sentido en la sociedad; de articular sistemas simbólicos de modo que su sentido penetre en la esfera de lo real; de imponer ficciones para imponer luego su realización. Un ejemplo podemos verlo en la creación en ese momento de la Udalbiltza (Asamblea de ayuntamientos y municipios vascos), que tenía como fin una cierta unificación de los territorios considerados como parte de la mítica Euskal Herria.

Todo esto está claro y demostrado con hechos y palabras. A partir de aquí trazo una hipótesis: la de la unión del nacionalismo vasco y catalán en una única estrategia para asaltar el Estado desde dentro (sirviéndose de las propias instituciones) y desde fuera (sobre todo con ETA). La idea es que tras el llamado Pacto de Barcelona (firmado por PNV, CiU y BNG), ambos nacionalismos (al que se suma el gallego, aunque con un menor peso) parecen seguir cierta línea de confrontación en base a unos objetivos comunes. Se abre, como sostienen, una “segunda Transición”, en la que despliegan cierta unidad de acción y una estructurada dosificación de los momentos en los que se despliegan sus diferentes ataques contra el Estado.

Este proceder permite avanzar en la dirección soberanista, pero no alcanzar los fines deseados. Por ello, la estrategia se modifica en un punto decisivo: la inclusión del PSOE en la misma, aunque sea indirectamente. Todo esto empieza a concretarse de forma explícita en el Pacto del Tinell (2003), gracias al cual desde el nacionalismo se ha conseguido ir apartando al PSOE del PP (que pasa a ser, en este pacto, un auténtico chivo expiatorio) y, en consecuencia, de unos pactos constitucionales que parecían consolidados (1). De esta manera el PSOE cada día parece más nacionalista, y eso, teniendo en cuenta que es el partido que gobierna hoy en España, no deja de tener connotaciones muy preocupantes. En su voluntad de alcanzar y acaparar poder, el PSOE ha ido perdiendo su identidad como partido nacional y socialista, y todo ello para ir aceptando progresivamente los argumentos de los partidos nacionalistas, entregados desde 1998 a una estrategia de declarada confrontación contra el Estado. Dicha estrategia ha conseguido subvertir la dinámica negativa que para ellos suponía la creciente debilidad de ETA, y les ha permitido acercarse cada vez más a sus codiciados objetivos soberanistas.

(1) Durante las negociaciones para formar gobierno en el Parlamento de Cataluña, se especuló mucho sobre un pacto entre nacionalistas, ERC-CiU. Sin embargo, un acuerdo de esta naturaleza no servía a los intereses de la estrategia nacionalista aquí analizada. Imagino que ERC valoró la situación de esta manera: pactar con CiU no modificaba la situación en Cataluña, ya que se formaría una dinámica de bloques, el nacionalista y el constitucionalista, y eso no permitía cambiar al marco constitucional. Sin embargo, un pacto con el PSC-PSOE permitía acercar a los socialistas al nacionalismo, rompiendo los pactos firmados con el PP, como el llamado Pacto Antiterrorista. También sería positiva la desviación de CiU hacia la oposición, porque suponía que el nacionalismo inundaría toda la política catalana (la oposición a un gobierno nacionalista también sería nacionalista), y en extensión, la española.

(texto publicado en el Nickjournal)

sábado, 20 de octubre de 2007

MEMORIAS DEL SUBSUELO


Mientras esperamos la edición del nuevo número de Kiliedro, adelanto la disección El hombre del subsuelo con un significativo discurso del personaje fetén:


"En aquellos tiempos yo estaba ciegamente persuadido de que gracias a algún milagro, a alguna circunstancia externa, todas mis dificultades desaparecerían, caerían las murallas y dejarían al descubierto, al fin, un vasto campo de acción, de acción útil y bella y, sobre todo, dispuesta a que se cumpliese (yo no sabía en qué podía consistir tal acción, pero lo principal para mí era que estuviese enteramente dispuesta para su cumplimiento). Entonces, yo aparecía de pronto a la luz del día y me creía a lomos de un caballo blanco, con una corona de laurel en la frente. Ni me pasaba por la imaginación la posibilidad de desempeñar un papel secundario, y probablemente por eso admitía en la realidad resignadamente el último papel. O héroe o insignificante ser envuelto en lodo: no había término medio para mí. Esto era lo que me perdía; pues, desde el cieno, me consolaba soñando que en otros instantes yo era un héroe, y este héroe alumbraba el barro con su prestigio. El hombre corriente ha de evitar caer en el lodo; pero el héroe está situado a tal altura, que jamás podrá ensuciarse completamente. Por lo tanto, yo puedo revolcarme en el cieno".

Memorias del subsuelo, Fiodor Dostoievski.

domingo, 14 de octubre de 2007

LA MAYOR VICTORIA


"Habéis oído que se dijo: ojo por ojo y diente por diente. Pero yo os digo: no toméis represalias contra el malvado; y si alguien te pega en la mejilla derecha, preséntale también la otra".

Mateo 5, 38-39

"En tu lucha contra el mundo, secunda al mundo".

Franz Kafka (Cuadernos en octavo)

"La mayor victoria es vencerse a uno mismo".

Calderón de la Barca

miércoles, 10 de octubre de 2007

PESSOANAS


Vivir es ser otro. No es posible ni siquiera sentir si hoy se siente como ayer se sintió: sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir, es recordar hoy lo que ayer se sintió, ser hoy el cadáver viviente de lo que ayer fue vida perdida.

Las creencias y los dioses pasan; el misterio permanece.

Todos tenemos dos vidas: la verdadera, esa que soñamos en la infancia y seguimos soñando, adultos, en un sustrato de niebla, y la falsa, esa que vivimos en convivencia con los otros, la práctica, la útil, esa en la que acaban por meternos en una gran caja.

No sé ponerle gestos a ningún acto real. Nunca aprendí a existir.

Todo lo que es importante se hace en secreto.

Todo es símbolo y analogía... todo lo que vemos es otra cosa... todo lo que tenemos es olvido.

Fernando Pessoa

sábado, 6 de octubre de 2007

LA FOBIA ANTICASTELLANA DEL CATALÁN MODERNO


Ya se ha hablado en este blog que toda identidad (cultural, social o individual) se articula a partir de patrones de oposición, aunque también es cierto que estos patrones no son idénticos en grado, pues en algunos casos se eleva al referente negado a una consideración más exagerada que en otros. Es el caso de la lengua catalana moderna, sobre todo la de los últimos treinta años, que si por algo se define es por su oposición a toda influencia castellana. En este caso, interno al propio idioma, se llevaría hasta las últimas consecuencias lo que es un patrón político de claro corte soberanista y excluyente, sobre todo con todo lo que tiene que ver con la cultura castellana. Y este patrón está cada vez más vigente en la Cataluña actual.

En sus recientes memorias (Filologia catalana. Memòries d’un dissident, Destino 2007), el escritor catalán Xavier Pericay se refiere a la cuestión de lo que en filología se llaman ‘formas preferentes’, es decir, aquellos términos que, habiendo también otros que se refieren a la misma cosa, tienen preeminecia sobre éstos. Resulta que, sobre todo estas últimas décadas, en el catalán se han escogido las formas preferentes en base a su oposición al castellano, lo que no sucede cuando se trata de términos franceses o ingleses (ejemplo de este último caso: ‘handbol’ para referirse al balonmano). Por ejemplo, si nos encontramos con dos palabras como son ‘buscar’ y ‘cercar’ para referirnos a lo mismo, se ha escogido la segunda como preferente por su escaso parentesco con la forma castellana habitual. El caso es más grotesco si consideramos que, en muchas situaciones, la forma relegada era la que históricamente había sido más utilizada (esta situación se ha dado mucho en el dialecto mallorquín, por ejemplo, del que están siendo extirpadas expresiones tradicionales por mostrar un parentesco con la forma castellana). En este caso, ‘buscar’ estaba incluida en el diccionario de Pompeu Fabra, que reconocía la vigencia del término, pero eso no ha bastado para que sea casi eliminada. Está claro que en la definición del catalán moderno, las consideraciones estrictamente lingüísticas han sido relegadas en beneficio de otras, totalmente politizadas y de corte abiertamente anticastellano. Se partiría de una consideración fóbica de todo lo que tiene que ver con el castellano, que es, para un nacionalista catalán, algo que habría que extirpar y eliminar por sistema.

Pericay relata algún otro ejemplo interesante sobre esta cuestión, que tiene que ver con la irrupción en el idioma de los neologismos. Por ejemplo, ‘autocine’, que un buen día comenzó a aparecer en la prensa catalana (en el Avui, concretamente). Si en otras lenguas este tipo de irrupciones no suponen excesivos problemas, para el catalán moderno, totalmente politizado, sucede exactamente lo contrario, sobre todo si la palabra en cuestión es de origen castellano. En la esfera de los mandarines de la lengua catalana, al término en cuestión se lo trata como si fuera un virus o una bacteria. Cuenta Pericay (traduzco del catalán):

“El término entraba en observación (...). Se le cerraba el paso y se lo ponía en cuarentena, de la misma forma que hacen las policías de según qué países con los ciudadanos que quieren atravesar la frontera y no tienen los papeles en regla”.

La palabra se somete a estudio, de forma extraoficial por parte de la Sección Filológica del Instituto de Estudios Catalanes, tratando de buscarse una traducción catalana. En este caso no se encontró una palabra adecuada, y la solución al problema consistió en no volver a utilizar este neologismo. Resultado: los autocines desaparecieron de Cataluña, no así de otras regiones de España. Una prueba más de ingeniería social en la delirante Cataluña de nuestra época.

martes, 2 de octubre de 2007

SOBRE EL INICIO


Hace un tiempo ya me referí en este blog a la cuestión del inicio, aunque recurriendo a un texto de Geoff Bennington sobre Derrida. Hoy quisiera centrarme más en Heidegger, sobre todo en ciertos contenidos de su Beiträge zur Philosophie (Aportes a la filosofía, ed. Biblos).

Heidegger se refiere en estas páginas a lo que sería el “primer inicio”, es decir, aquello que filosóficamente se puso en marcha en la Grecia Clásica. En concreto, una particular interpretación de la cuestión del ser y del ente, que ha sido la que ha determinado el fundamento y la evolución de la filosofía occidental.

Pero también se refiere a lo que llama “el otro inicio”, teniendo claro que en este inicio no se jugaría un principio concreto de algo que ya lleva en sí mismo el marco de su finalización. Es decir, que este otro inicio no puede considerarse como un comienzo de corte exclusivamente histórico o programático, un proceso que empieza en un momento concreto y que pretendiera finalizar en otro. Tampoco un segundo inicio, que siguier la línea indicada en el primero griego. Es otro tipo de puesta en marcha a la que se refiere Heidegger.

En el texto citado, Heidegger distingue entre inicio (anfang) y comienzo (beginen), aunque algunos traductores asimilen un término con el otro como si vinieran a significar lo mismo. Por una parte, beginen significa aquello que ya he dicho de poner en marcha una cosa concreta, lo que implicaría que esta cosa tiene un final, que podría prolongarse más o menos. Este término llevaría incorporado, de cierta manera, un elemento de voluntariedad, ya que este poner en marcha tiene mucho de proyecto dirigido, de resultado de la determinada acción de un sujeto, ya sea colectivo o particular. Pero por otra parte, el anfang tiene un matiz claramente distinto, ya que se desligaría de cualquier tipo de voluntad o proyecto de dominio. En el anfang no podría hablarse de proyecto, sino si acaso de desvelamiento, pues consistiría en desvelar aquello que siempre ya es, aunque este ya-ser no sea presencia alguna. Se trataría de un intento de recuperar aquella previedad ontológica que no puede presentarse en dimensiones ónticas. Un inicio que no podría presentarse positivamente como comienzo, sino como aquello que sólo se nos revela en su desaparición u ocultamiento.

En suma, el inicio estaría vinculado al Ser, y al Ser es esencial el perderse a sí mismo, el escapar a cualquier pretensión de fijación.

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