domingo, 28 de febrero de 2010

LOS MONTY PYTHON Y LA MUERTE


Vivir bajo el mismo lema que preside tu vida artística es algo que pocos creadores pueden llevar hasta el extremo de los Monty Python. El humor mantenido hasta en la misma muerte, en este caso el fallecimiento prematuro de uno de los miembros del grupo, Graham Chapman, certifica categóricamente que vida y trabajo van fuertemente unidos en el caso de los Monty. Si John Cleese, ya en el mismo funeral de Chapman (1989), demostraba que el talento no se amedrenta ni ante el temor que la misma muerte suele inspirar, años más tarde, en el homenaje que se les tributó en Aspen (1998), juntos llevaron al extremo las posibilidades cómicas que pueden atesorar algunos rituales vinculados al memento mori.


Hasta ahora había leído en varias ocasiones alguna versión de este último caso, aunque casi siempre equivocada. La versión más repetida decía que era Eric Idle quien vertía en el suelo, tropezando al bajar unas escaleras, las cenizas del finado Chapman que transportaban en una urna. En Youtube he encontrado el video que me saca de dudas y que se puede ver aquí arriba. Para que el homenaje a los Monty Python tributado en Aspen sea completo, sus cinco supervivientes deciden que Chapman haga también acto de presencia depositando sobre un baúl que hace las funciones de mesa la urna que contiene sus supuestas cenizas. Para certificar una inmediata identificación visual, dejan justo por debajo de la urna, y pegada al baúl, una fotografía cómica del propio Chapman. En un momento determinado del acto, y mientras habla John Cleese, de repente Terry Gillian, sentado frente a la urna, cambia de posición su pierna izquierda y...

sábado, 20 de febrero de 2010

SOBRE EL CONCEPTO DE CIUDADANÍA: HISTORIA Y MODELOS

Dejo constancia de un artículo que la revista digital Factotum. Revista de filosofía (Salamanca) me ha publicado en su último número. Se trata de un texto sobre el concepto de ciudadanía, dividido en dos partes: primero presento una introducción histórica de su evolución y desarrollo para después realizar un análisis de los principales modelos contemporáneos de la idea de ciudadanía. Se basa en el tema La base ética de la ciudadanía (tema 46) que realicé el año pasado para los temarios de oposiciones del CEN.

Sobre el concepto de ciudadanía. Historia y modelos

miércoles, 17 de febrero de 2010

MÚSICA DEL SUBSUELO (26). BILL CALLAHAN


Ayer martes tocó en Palma Bill Callahan, músico norteamericano conocido anteriormente por el pseudónimo de Smog y que es uno de los cantantes más subsuelíticos de las dos últimas décadas. Callahan es lo que se suele decir un songwriter, un tipo que se sirve de la música para apoyar historias que generalmente son oscuras y depresivas, cantadas con su característica y sobria voz de barítono. El caso es que aprovechando una gira por Europa (con motivo de la presentación de su último álbum, Sometimes I wish we were an eagle), el fundador del original y entrañable festival Waiting for Waits, Tomeu Gomila, ha sido capaz de acercarnos a Callahan a Mallorca por primera vez.

De todas formas, mis espectativas de cara a este concierto no eran muy elevadas, dado que a Callahan le perdí algo la pista hace unos años (sus últimos discos me iban interesando menos que los de mediados de los 90). Pero, dado que nunca lo había podido ver en directo, la ocasión desaconsejaba dejarla pasar de largo (no quería volver a tropezar con mi especie de 'complejo de Ítaca', como fue el caso del concierto veraniego de Leonard Cohen). Resultado: sorpresa y entusiasmo, pues la calidad e intensidad del concierto resultó ser muy poderosa, a la vez que me comunicó con esa parte de mi memoria más subsuelítica. La epifanía llegó ya en la interpretación de la cuarta pieza de la noche, cuando sonaron los acordes entrecortados de Bathysphere (cuyo audio dejo abajo), mi pieza favorita de Callahan (grabada en 1995, para el cd Wild love), que en el Centro de Cultura de Sa Nostra (lugar donde se celebró el concierto) sonaba como una letanía infernal destinada a conjurar nuestros espectros más arraigados. Fue un auténtico drenaje psicosomático. Callahan sentenció ayer que la condición subsuelítica no es un período personal que se pueda dejar de lado: es el modo esencial de ser.

Bathysphere

[más piezas de Callahan que vale la pena escuchar: It's rough, Eid ma clack shaw, Our anniversary, Rock bottom riser, Dirty pants]

sábado, 13 de febrero de 2010

GIRARD Y EL DECÁLOGO



En estos dos videos (en inglés) podemos ver de nuevo a René Girard, en diálogo con Pierpaolo Antonello, hablando sobre el Decálogo, tema recurrente en su obra. Del Decálogo suele destacar Girard (por ejemplo, en su libro Veo a Satán caer como el relámpago) su décimo y último mandamiento, que destaca por su longitud y sobre todo por su objeto, pues en lugar de prohibir una acción, lo que hace es sancionar un deseo, lo que lo convierte en uno de los más reveladores antecedentes de la teoría mimética girardiana, y que también prepara y anuncia la revolución de los Evangelios:

No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás su mujer, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni nada de lo que a tu prójimo pertenece.
(Éxodo 20, 17
)

El análisis girardiano de este texto fundamental para la cultura occidental estriba en señalar la importancia de que el desear mimético puesto en cuestión no es algo extraño e insólito, es decir, aquello que sólo pudiera desencadenarse en situaciones excepcionales. Al contrario, este deseo, en su esencia mimética, mantiene un sentido cercano y habitual, común y universal a todos los hombres. Se trataría del más importante precisamente por ser aquel que nos implica más directamente y que muy fácilmente se pone en funcionamiento, a la vez que es el que prepara el terreno para los enfrentamientos sociales de superior grado de letalidad. En cierta forma consciente del camino sacrificial-expiatorio que siguen las dinámicas del deseo mimético (y también de su esencial no autonomía, de su génesis externa), el décimo mandamiento advierte sobre el sentido inherentemente conflictivo que anida en toda dinámica de admiración-oposición con el otro. Y no porque lo decisivo resida en cada objeto deseado en cuestión (en este sentido la lista enumerada en el mandamiento no es esencial, pues puede ampliarse a gusto de cada cual), sino en el prójimo mismo, porque más importante que el objeto es el modelo que los atesora (la teoría de Girard, en este punto concreto, se llama 'triángulo del deseo', formado por la tríada sujeto-objeto-modelo).

En sí mismo, el décimo mandamiento aglutinaría cuatro previos, aquellos que sancionan las grandes violencias: las prohibiciones de asesinato, adulterio, robo y también de falso testimonio. Este final del Decálogo funcionaría a modo de recapitulación, apuntando, según Girard, a la causa principal que se encontraría en la base de los otros cuatro mandamientos, a la regla que señalaría las posibilidades conflictivas.

Luego está también la ambivalencia de todo este mecanismo de rivalidad con el prójimo, porque todo enfrentamiento directo con el otro se asienta, en un primer momento, en un deseo de emulación (deseo del cual el sujeto no es totalmente consciente, pues convenientemente desvía hacia los objetos en posesión del modelo la percepción de su deseo-de-ser-otro). Es este deseo de ser-como-el-otro el que da aire a toda la dinámica deseante. La idea es que el deseo nace siempre del otro (o de la idea de autonomía con que enmascaramos al otro), no de uno mismo, pues todo individuo mantiene en su interior una grieta, una escisión (que nunca se cerrará completamente), cuya solución busca (inútilmente) fuera de sí mismo.


lunes, 8 de febrero de 2010

STELLET LICHT

Amanecer desgarrado de la luz silenciosa

Determinados prodigios sólo pueden manifiestarse en el silencio de lo oculto, ensombrecidos por la espesa bruma de la actualidad mediática que todo lo enmaraña. En la alejada cercanía de nuestra inmediatez más banal e insípida, sólo si uno se preocupa por afinar la mirada, se divisan maravillas que difícilmente ocuparán espacio alguno en el espacio de los medios ni tampoco en la fauna blogera, pero que se filtran a través de sutiles rendijas. Una de estas epifanías ocultas, recientemente desvelada a un servidor, lleva por título Stellet Licht (Luz silenciosa), y se trata de una película realizada por el cineasta mexicano Carlos Reygadas en el año 2007. Es un auténtico prodigio de sensibilidad que lleva hasta el extremo las reglas que Robert Bresson dejó escritas en su canónico Notas sobre el cinematógrafo. Ambientado en el exótico medio de la comunidad menonita del norte de México (la película está casi exclusivamente rodada en plautdietsch, un dialecto antiguo del alemán), Reygadas demuestra que el espíritu que se encuentra en la raíz del talento de Dreyer, Tarkovski o Bresson sigue vivo en el destello de su mirada.

Dejo arriba del texto la escena inicial de la película, que da la pauta, en sentido estético, para el resto del metraje. Nunca he visto en cine un amanecer más portentoso y palpitante que el de Stellet Licht, en el que distintos elementos de la naturaleza se van progresivamente enhebrando en una coreografía sonora que evidencia la espléndida brutalidad en la que se gesta el nacimiento del día. El fin de la película se desencadena a partir de su opuesto, el crepúsculo del anochecer (también filmado de forma espectacular), el fin de una jornada cuyo significado alcanza una dimensión trascendente.

También dejo dos trailers de la película (uno y dos), y las 13 partes en que puede verse entera (con subtítulos en inglés) en Youtube: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12 y 13.

miércoles, 3 de febrero de 2010

LA RAZÓN INÚTIL (SOBRE EL DESEO DE IGUALDAD)

Alexis de Tocqueville

Como decía Cornelius Castoriadis, el ser humano surge del abismo, del caos, de lo sin fondo, de modo que debe arraigar en una materia que no permite asentamientos permanentes Una necesidad se manifiesta junto con su imposibilidad plena, pero no hay en ello nada de relativismo: hay verdades, aunque éstas se escurran como anguilas en aceite. La absoluta búsqueda de la verdad-arraigo (la verdad como certeza) desvela la profundidad de nuestro desamparo: partimos de la no verdad, y esa angustia es el motor de nuestras fuerzas más oscuras. La incertidumbre que nos caracteriza, y con la que no somos capaces de convivir, se mantiene a nuestro pesar como la señal de lo que permite todo sentido aunque luego cada sentido concreto lo traicione. La espiral no puede cerrarse si no es con violencia.

Todo esto hace que vivamos instalados en un curioso absurdo, aunque no se trata de algo precisamente reciente sino que se encuentra instalado en nuestra estructura mental (ahora, si acaso, dadas las condiciones de nuestra modernidad, este absurdo muestra unas formas más envenedadas). Nuestra disposición para analizar cualquier problema que nos concierne viene lastrada por la no asimilación de la-verdad-que-siempre-se-está-escapando, lo que se traduce en una eterna incapacidad de medir los tiempos en que esos problemas se dan. Las características de nuestra percepción psicológica desdibujan la cercanía o lejanía de algo, su inmediatez o lo contrario, y en consecuencia el modo de atacar su esencia. Cuando la razón trabaja ya nos encontramos fuera de lugar, alejados de lo que verdaderamente se da; lo supuesto opera de forma invisible pero firme, aunque difícilmente se muestre para el sujeto que analiza. Toda forma de análisis se da en su funcionamiento sobre suposiciones acríticas que no se ponen en juego. Aquello que nos concierne se conforma más allá de su tiempo adecuado, de sus cauces esenciales de existencia, aun pretendiendo seguir reglas racionales.

Es de esta manera como se acaba luchando más contra lo muerto que contra lo vigente, contra aquello que ya apenas nos influye objetivamente, para olvidarnos de hechos que nos afectan día a día. En nuestro mundo, entregado al delirio epistemológico, aquello que más se reivindica ya existe de pleno derecho; exigimos que funcione lo que ya está consolidado. La clave es que nuestra perspectiva de temporalidad, nuestra cercanía psíquica a los problemas, se atrofia por una falta de plasticidad a la hora de percibir y asimilar lo que se da; esta incapacidad conlleva una retrospectividad que se dibuja como cercanía, una alteración del sentido propio del manifestarse de las cosas. Su peso intrínseco se define no por sí mismo sino por otras necesidades más subjetivas. Ejemplos: los colectivos homosexuales que dicen hoy, a viva voz, que los derechos de los gays están peor considerados que nunca (en Occidente); o las asociaciones feministas que dictaminan que nunca como en nuestro tiempo se ha tratado peor a las mujeres (también en Occidente); también partidos nacionalistas de comunidades autónomas económicamente privilegiadas, que pontifican sobre el maltrato que supuestamente se les está infligiendo desde el poder central. Más ejemplos: aquellos que todavía alertan sobre la amenaza del franquismo, 35 años después de la muerte del dictador, mientras relativizan los males del terrorismo de ETA. Que somos seres racionales no quiere decir que en demasiadas ocasiones la racionalidad no se ponga en marcha después de fundamentarse una base identitaria que se define como núcleo intocable, teniendo. Es la lógica del homo sapiens demens, añadiendo que ese núcleo, el cual sería aquello cuyo fin tiene que ver con la clausura de sí mismo y su quedarse fuera de interrogación alguna, sólo puede encerrarse en su propio dogma cuando su verdad ha sido asimilada por el discurso de la mayoría, y eso únicamente sucede cuando la susodicha verdad ya ha sido superada y desplazada por los hechos más inmediatos.

Jünger señalaba en sus Radiaciones que los discursos (nihilistas) son las excusas bajo las que se protegen fuerzas destructivas, cuya finalidad no tiene (necesariamente) que ver con el contenido del discurso. En este sentido, todo discurso con vocación de dominio (es decir, con voluntad de clausura, de fijación de una verdad absoluta y dogmática) tiene una especial facilidad para adaptarse al sentir de un lugar y de una época, asentándose sobre las certezas que niegan la dinámica intrínseca al pensamiento. Sobre la reivindicación de lo que ya está instalado, en este caso de la igualdad, Alexis de Tocqueville también tenía algo que decir hace casi doscientos años:

"Los hombres nunca establecerán una igualdad con la que todos estén contentos (...). Cuando la desigualdad en la condición es ley común de la sociedad, las desigualdades más evidentes no saltan a la vista; cuando todo está casi al mismo nivel, las más ligeras se notan tanto que causan dolor. De ahí que el ansia de igualdad sea mayor cuanta más igualdad hay".

(texto publicado en el NICKJOURNAL)
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