martes, 28 de septiembre de 2010

EL ALTAR DE PORTALS VELLS


La pasada primavera pasé un día con mi novia en Portals Vells, una preciosa entrada de mar situada entre Magalluf y El Toro, unos kilómetros al norte de Palma, que alberga unas cinco calas, entre ellas la misma Portals Vells, que es la principal y de mayor tamaño, y también la conocida El Mago, frecuentada por nudistas (creo que gays) y algo más pequeña. Nunca antes había estado allí, y lo supe nada más ver los enormes portales de forma cuadricular excavados en la roca que dan nombre al lugar. Linnie me lo descubrió y se empeñó en que los visitara, aunque no sabía el origen exacto de esas aberturas, sólo tenía alguna conjetura al respecto. La sorpresa al entrar fue palpitante: las tres entradas pertenecían a una única cueva, que era más alta y profunda de lo que parecía en un principio (80 metros de largo y 60 de ancho), y la imaginación se excitó especulando sobre su origen. Extrañamente, se podía acceder libremente; no vimos ninguna señal de que el lugar estuviera protegido por ninguna institución política o social. Otra prueba de ello era la suciedad que formaba parte del recinto, que acusaba diversos y penosos orígenes.


Nos dedicamos a investigar un rato en las tripas de la excavación. Varias prolongaciones cada vez más sinuosas parecían apuntar a la existencia de cuevas profundas, pero resultó que a pocos metros un muro cerraba los caminos. Lo más destacable, en la zona más abierta y cercana a las entradas, era un altar modelado en la roca, junto a una especie de capilla cristiana parcialmente derruida y extraordinariamente sucia. Linnie pensó que podría tratarse de algún altar sacrificial que se habría construido siglos atrás, pero no salimos de dudas hasta la noche, cuando pudimos consultar algún material didáctico. Resulta que el origen no fue en absoluto natural, sino que las puertas fueron la consecuencia del trabajo de cantera requerido para utilizar la piedra del lugar en la construcción de la espectacular Catedral de Palma. La capilla puede ser explicada por una leyenda, según la cual unos navegantes genoveses del siglo XV se pudieron refugiar de un fuerte temporal en esta cueva, donde en agradecimiento dejaron una imagen de una virgen. Puede que la pequeña capilla fuera construida para albergar la imagen.

El altar misterioso

Pero, ¿qué sucede entonces con el altar? ¿Acaso fue construido también por los genoveses que allí se refugiaron de la tormenta? ¿O por los canteros mallorquines? Probablemente no, pues la decoración es algo sincrética, más pagana que católica, con elementos orientales y alguno que recuerda a las culturas sacrificiales precolombinas. Mi única hipótesis al respecto tiene que ver con la playa del Mago, que en realidad se llama así desde hace sólo un par de décadas, cuando, a finales de los años 60, Michael Caine y Anthony Quinn protagonizaron una modesta adaptación cinematográfica de The magus, la novela del británico John Fowles. Casi toda la película se rodó en la playa que después fue bautizada con el título de la misma y del libro.

Linnie y na Catalineta Thomàs

El caso es que no he podido encontrar por ninguna parte una copia completa de la película, únicamente dos fragmentos (uno en Youtube y el otro en Dailymotion), pero parece ser que en una de sus escenas Caine entra en unas cuevas donde experimenta una especie de ensoñación terrible. Mi intento de explicación, entonces, tiene que ver con esas escenas de la película, que probablemente se rodaron en la espectacular cueva de las tres puertas, espacio ideal para una obra de esas características, y el altar podría ser uno de los decorados que los artistas hippies de la película construyeron allí y que luego abandonaron. Si algún amable lector sabe algo al respecto, le agradecería enormemente su ayuda.

jueves, 23 de septiembre de 2010

MÚSICA DEL SUBSUELO (33): BAGA BIGA HIGA




La única pega de esta escalofriante composición de Mikel Laboa, aquí interpretada junto al Orfeón Donostiarra, es que difícilmente podemos desvincularla del ominoso contexto que le endosó Julio Medem en La pelota vasca, es decir, su puesta al servicio de un discurso identitario y tribal que no casa de ninguna manera con sus latidos internos. Cuando es precisamente aquí abajo, en las profundidades del subsuelo donde nada puede arraigar pues estamos por debajo de las raíces, cuando cobra su sentido más vibrante, su fuerza más poderosa.

martes, 14 de septiembre de 2010

TRAGEDIA O CATÁSTROFE


Dejando de lado las conclusiones, el último capítulo de mi tesis doctoral sobre René Girard llevará por título Tragedia o catástrofe, y se refiere a las dos posibilidades ontológicas (con sus correspondientes correlatos vivenciales) permitidas al hombre escindido, al homo sapiens demens, al ser farmacológico. Hay únicamente dos opciones reales: lo malo o lo peor (siendo lo peor aquel discurso o praxis que trata de escapar al desarraigo entregándose a proyectos identitarios o clausuradores). Y es que mi tesis trata de articular, a partir de una interpretación metafísica de la obra girardiana, una propuesta de habitar el desarraigo.

Ahora que lo pienso, la opción reducida a tragedia o catástrofe me recuerda en cierta manera a ese momento subsuelítico de Annie Hall en el que Alvy Singer avisa a su recién estrenada novia de que debería familiarizarse con su pesimista concepción de la vida, que para él se divide en dos categorías: "lo horrible y lo miserable". La única felicidad posible consiste en sobrellevar lo trágico de nuestra miseria. Hay que dar gracias por ser miserables.

sábado, 11 de septiembre de 2010

NUEVE AÑOS DESPUÉS


Nueve años después, coincidiendo con el aniversario, se han puesto al descubierto las más patéticas debilidades de Occidente, que otorga más importancia a la inofensiva amenaza de un ignoto predicador evangelista, que sólo representa a cincuenta pirados como él, que al atentado más sanguinario de la historia. El caso es que mucha gente preferiría que no hubiera sucedido lo de Manhattan y Washington, pero no por lástima del desastre y los muertos, sino para seguir practicando confortablemente el siempre lucrativo victimismo antiamericano. Pero nueve años después Al Qaeda ha conseguido su objetivo: inocular un miedo atroz en Occidente, un clima de intimidación que afecta a todo lo que tiene que ver con el Islam. Pero lo más curioso es lo de Obama y compañía, pues estos supuestos abogados defensores del 'Islam moderado' han emitido en contra de su defendido la más implacable de las condenas: identificarlos como fanáticos violentos preparados para sacar la espada a la más ínfima provocación. Ojalá el Islam dejara en ridículo a sus abogados defensores occidentales, pero tengo dudas.

En cuanto a la construcción de la ya famosa Cordoba House a pocas manzanas de la Zona Cero, sólo diré una cosa: ¿Alguien se imagina que una asociación cultural judía pretendiera construir una sinagoga en Sabra y Chatila?

PS: en el momento exacto en que se producían los ataques aéreos a las Torres Gemelas, sin saber lo que estaba sucediendo, yo escuchaba en mi subsuelo, repetidamente, esta versión de la siniestra pieza principal de La semilla del diablo de Polanski.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

ERLAND JOSEPHSON


De una o de otra manera siempre vuelvo a Bergman. En este caso, concretamente, al que para un servidor es el mejor actor que he podido disfrutar en celuloide: Erland Josephson. Un tipo que sin aspavientos sabía encarnar como nadie el rostro más desapacible de la existencia. No quiero esperar al momento de su muerte (tiene 87 años) para homenajearlo con el recuerdo de una de sus mejores escenas, que es mi predilecta de Saraband (2003), la última obra de Bergman. Son casi diez minutos en los que asistimos a un frío y minucioso descuartizamiento paternofilial, de esos que abundan por el mundo pero escasean en pantalla. Henrik (Borje Ahlstedt), que vive cerca de la casa de su padre Johan (Josephson) aunque apenas se ven, acude temeroso a la guarida kierkegaardiana con el fin de solicitarle un favor para la nieta del Pater. Podría rememorar alguna de los mejores momentos de Josephson en Pasión, La hora del lobo (como barón Von Merckens), Escenas de un matrimonio o en el Sacrificio de Tarkovski, pero le tengo mucho aprecio a esta escena que refleja cómo las pasiones más infectadas tienden a acontecer en el ámbito familiar.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

VOCABULARIO (24): UNANIMIDAD


Sostiene Giovanni Sartori en La sociedad multiétnica que hasta el siglo XVII "se había creído siempre que la diversidad era la causa de la discordia y de los desórdenes que llevaban a los Estados a la ruina. Por tanto, se había creído siempre que la salud del Estado exigía la unanimidad". A partir del señalado siglo sería cuando, por primera vez en la historia y gracias a la instalación efectiva de una perspectiva moral e intelectual distinta a la anteriormente dominante, la unanimidad se hizo sospechosa per se al vincularse a los terrores cometidos en defensa del orden y la homogeneidad comunitaria. La promoción de unanimidades pertenecía al mundo que funcionaba a partir de sistemas monolíticos en los que la discrepancia y el pluralismo eran excluidos de forma automática. Este vuelco revolucionario habría permitido la dificultosa construcción de la civilización liberal-demócrata, aquella fundada sobre la discrepancia, la libertad de expresión, el pluralismo y la tolerancia, y de la que somos sus descendientes.

Sólo hay un aspecto de la argumentación de Sartori con la que estoy en desacuerdo, y esa tiene que ver con que la puesta en cuestión de la unanimidad es históricamente anterior a la citada en su libro. Ya me he referido a ello en alguna otra ocasión (mi disección Dogville: Las identidades sacrificiales); entonces señalaba que autores como Girard, Levinas o André Neher se han referido en ocasiones a un principio de justicia que existe en el Talmud, por el cual todo individuo que es acusado de forma unánime por un tribunal o una colectividad debe ser inmediatamente liberado. El diagnóstico del Talmud (texto religioso que es, probablemente, el único que sistemáticamente se cuestiona a sí mismo) sobre el proceso colectivo entiende que la unanimidad acusadora debe ser necesariamente puesta en cuestión, pues la ausencia de pluralidad resultante sugeriría que el proceso ha quedado ausente de un verdadero debate, y la conclusión necesaria de todo ello sería la certificación de la inocencia del acusado. Este razonamiento no es una excepción, sino que responde a una tónica habitual en los textos judíos: la defensa del punto de vista de la víctima de una colectividad acusadora. Subyace en el judaísmo una concepción de lo humano como algo múltiple, radicalmente plural, hasta el punto de entender que una homogeneidad absoluta sólo puede conseguirse mediante el recurso a la fuerza o al mimetismo recíproco indiferenciador.
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