domingo, 9 de enero de 2011

PORNOGRAFÍA Y HOLOCAUSTO. LOS STALAGS


Aunque fue realizado en 2007, se acaba de estrenar en Alemania un documental israelí sobre un tema fascinante y perturbador: Stalags: Holocaust and Pornography, dirigida por el joven cineasta Ari Libsker (en España ya se ha podido ver en el canal Odisea). La película se centra en un fenómeno muy popular en Israel durante la década de los 60, unos libritos pornográficos llamados Stalags (se trataba de textos que contaban con alguna colorida ilustración erótica, en las que no aparecía en ellas sexo explícito, como sí sucedía en la narración), en referencia a los campos de exterminio del Tercer Reich, y en los que atractivas mujeres ataviadas con uniformes de las S.S. torturaban a soldados americanos en los campos de la muerte. Finalmente, se intercambiaban los papeles y el prisionero acababa escapando a su cautiverio, no sin antes violar y matar a sus sensuales captoras. La dialéctica hegeliana del Amo y del Esclavo, en plena movilidad del intercambio de roles, conducida hasta el extremo máximo del goce sexual en la atmósfera más feroz imaginable. Curiosamente estos fueron los primeros libros editados en Israel que trataban la cuestión del Holocausto (junto con las novelas de K. Tzetnik, que aparece en el documental y cuya obra fue en realidad el antecedente temático de los Stalags), aunque lo hicieran desde las más absoluta falta de rigor histórico, suplida por una imaginación delirante. Aunque a veces se ha dicho que no había mujeres alemanas de las SS en los campos que se dedicaran a torturar a los presos, sí que sucedió. En prácticamente todos los campos, pero en especial en el de Ravensbrück.

Aunque en un principio parecían originalmente escritos en inglés por autores americanos, en realidad los verdaderos autores eran los supuestos traductores al hebreo. Se trataba, evidentemente, de una medida profiláctica que permitiría justificar los escrúpulos de los lectores. Los verdaderos escritores judíos de los Stalags trataron, durante décadas, de mantenerse en el anonimato, aunque hoy día se conocen varios nombres, como el del poeta Maxim Gilan, hijo de una judía alemana y activista de izquierdas. Gilan murió en 2005, pero sí pudo ser entrevistado para la película Eli Keidar, el auténtico iniciador del género junto al editor Ezra Narkis, y autor del primer Stalag (Stalag 13), que firmaba todas sus obras como Mike Baden, y cuya familia materna fue asesinado en los campos nazis.

Miron Uriel fue reclutado por Narkis para sustituir a Keidar en la elaboración de Stalags, y muchos otros se fueron sumando al fenómeno, que iba aumentando progresivamente las dosis de truculencia y morbo, a la vez que la estilización de la crueldad (el abogado Nachman Goldberg, por ejemplo, recurrió incluso al canibalismo y al incesto en El monstruo del Stalag del horror). Los interlocutores sexuales de los nazis dejaron de ser exclusivamente americanos para concederse a los judíos el protagonismo central y absoluto.

Los Stalags se publicaron ya en la década de los 60, el primero de ellos cuando se acababa de iniciar el juicio a Adolf Eichmann. Es decir, fue leído inicialmente por un público extremadamente sensibilizado con el tema, pues estaba rememorando (incluso descubriendo), merced al proceso que se estaba siguiendo contra Eichmann (y el proceso contó con numerosos testigos judíos que fueron narrando en el estrado las innumerables aberraciones del III Reich), los crímenes atroces que causaron la muerte de 6 millones de judíos. Recordemos que este juicio fue el detonante para que el Holocausto se convirtiera en un tema relevante tanto para la propia sociedad israelí como para el mundo en general, pues hasta ese momento no se le había concedido tanta importancia. Sólo dos años después fueron puestos legalmente fuera de circulación, cuando el Stalag titulado Yo fui la puta privada del coronel Schultz, el más popular y que invertía la estructura habitual del género (de mujeres-torturando-hombres se pasó a lo contrario), causó la intervención judicial y la intervención de todos sus números por la policía israelí. También la detención del propio autor. Los Stalag dejaron ya de imprimirse, la epidemia parecía cesar definitivamente. Sin embargo, el interés no fue a menos y de hecho siguieron vendiéndose de forma clandestina hasta nuestros días.

El tema resulta indudablemente fascinante para una mentalidad subsuelítica. Aunque en apariencia  chocante, no tiene por qué resultar escandalosa esta fijación sexual con el nazismo, pues se ajusta perfectamente a la naturaleza de la lógica del deseo y, más concretamente, a los objetivos principales del sadomasoquismo: la erotización de una figura de poder, la sensualización del obstáculo, la fetichización de la violencia del Amo. La vía del éxtasis sexual a partir de una mediación catártica con lo más horrible de la propia historia. Si los protagonistas del Crash de Ballard-Cronenberg se estimulaban sexualmente con las posibilidades que permitía la descarga de adrenalina de unos brutales choques automovilísticos, en este caso las posibilidades son mucho mayores, pues la carga bélica asociada a la 2ª Guerra Mundial, con el Holocausto como capítulo más aberrante de sometimiento y destrucción, no puede ser más elevada. Más aún tratándose el lector de un judío, pues: ¿Qué puede haber, para un hebreo, más vinculado a la imagen del poder despótico y absoluto que el nazismo? ¿Qué puede haber más perversamente erótico que el fetichista uniforme de las S.S. y el halo de trascendencia inmanente que destila? Es horrible, pero aquí no hay mensaje político alguno, no se identifica ideológicamente el judío con el nazi en la escenificación de la estructura de dominio del sadomasoquismo (aunque en este documental se deje caer en alguna ocasión esa posibilidad), sino que es un esquema puramente sexual el que se pone en juego. En realidad, no es más que una opción de vida, una manera de entender el goce y, eso también, la forma más cercana para que una generación mayoritariamente formada por supervivientes del nazismo (como era la israelí de los años 60) pudiera asimilar de alguna manera una experiencia tan colosal que escapa a cualquier categoría.

14 comentarios:

Al59 dijo...

No sé cómo irá cronológicamente la secuencia, pero parece obvio el vínculo con Portero de noche, de Liliana Cavani. La erotización del nazismo, su glamour, se deja entender quizá desde lo que señala el maestro Agustín en su De Dios: a la constatación de que se nos prohíbe lo grato ('lo bueno es malo') sigue como respuesta lógica la convicción errada de que todo lo prohibido o satanizado ha de ser grato ('lo malo es bueno'). Por ese camino, claro está, acabaríamos bebiendo lejía y degustando heces, como de hecho propuso Pasolini en su Salò. No diría yo que andemos muy lejos.

Johannes A. von Horrach dijo...

'Portero de noche' es una década posterior, aunque puede que existiera cierta conexión, no lo sé. Pero yo diría que el tratamiento que hace Cavani de este tema tan escabroso es bastante defendible. Hace años que no veo la película, pero tengo un buen recuerdo de ella, no me parece que recurriera de forma demasiado inmediata al morbo. Ahora bien, está claro que una relación de esas características entre un nazi (un fascinante Dirk Bogarde, mi actor favorito junto a Erland Josephson) y una presa judía (fascinante también Charlotte Rampling) tiene que pdovocar incómodas reacciones.

saludos

navarth dijo...

Hay que reconocer que la nazi del segundo 26 está que se rompe, de guapa.

Johannes A. von Horrach dijo...

No está mal, aunque prefiero la que sigue después, con melena castaña. Lo curioso de estas portadas las sacaban de revistas americanas sin contenido erótico, y luego las modificaban un poco.

Por cierto, Navarth, no me olvido de nuestra cita pendiente. En cuanto puedo, se lo hago saber.

saludos

koolauleproso dijo...

Vi hace tiempo este documental en "Odisea". No me lo podía perder. Mi condición de reconocido pornógrafo (uno no es Berlanga, pero hace lo que puede) me llevó a seguir su emisión con gran interés.
Por cierto, te refieres a "Crash" (que acertadamente atribuyes a Ballard -el autor de la novela- y a mi admirado Cronenberg -quien se atrvió a llevarla al cine de forma magistral-. Pues bien, "navegando" por la "bloggosfera" encontré un rincón fascinante, "La Vie en Noir" -http://demadamex.blogspot.com- que el 11 de diciembre realizó una entrada titulada "Muertes con glamour" que parece inspirada en "Crash", y que te recomiendo como curiosidad.

Luisa dijo...

Eso de que al final las violasen y matasen...Si tenían que terminar de ese modo para conseguir el máximo placer del observador, a modo, tanto individual como colectivo, no le veo explicación, si no es enfermedad.
Saludos.

Johannes A. von Horrach dijo...

Koolau, gracias por el link, le echaré un vistazo. Desde luego, si habla de fetichismo (en este caso, el fetichismo de ciertas muertes automovilísticas), me interesa.

Luisa, la gente es muy rara, todos lo somos. La sexualidad es algo que tiene un amplio componente psicológico, no sólo es puro goce físico. El deseo suele ir asociado a la idea de dominio, y en estos casos no me extraña que haya gente que se excite pensando (o, en este caso, leyendo) en el sufrimiento de otros. Es brutal, ya digo... pero es humano. Y los hombres no somos angelitos precisamente sino unas alimañas de cuidado. En cualquier caso, mejor ese simulacro que tener que llegar al extremo de su consumación material, ¿no le parece?

saludos a ambos

Luisa dijo...

Si llegan a la muerte, desde luego mejor un simulacro, tiene razón. Aunque yo creo que cosas como esas pasaron en los campos de concentración. También es cierto que la experiencia sufrida por los supervivientes del Nazismo, (curiosamente, cuesta escribir esta palabra)es tan dura como incalculables los efectos sobre ellos.
Por supuesto entiendo el goce y el morbo que pudieran dar la visualización de los libretos, el hecho de que mataran al final a las mujeres me tocó la fibra.
Saludos.

Johannes A. von Horrach dijo...

En los campos lo que no sucedió es que hubiera mujeres de las SS. Y menos que se dedicaran a torturar a los presos. Ahora bien, lo de ciertos abusos sexuales sí, aunque el 'pabellón del placer' al que se refiere K-Zetnik en su conocida novela ha sido puesto en duda por varios historiadores.

saludos

Luisa dijo...

No me expresé bien, no me refería a las mujeres de mujeres de las SS, mas bien a las presas.
Después de los experimentos que hacia
Menguele (y otros médicos), no me extrañaría nada. En el libro "Médicos asesinos" ( no recuerdo el autor, fue un préstamo)se detallan gran parte de dichos experimentos.
Saludos.

PD: por cierto, ya se estará acostumbrando a que le censuren opiniones :)

Johannes A. von Horrach dijo...

A que me censuren opiniones... y a que me llamen etarra!! En el Focoforo, precisamente por unos tipos a los que sí molesta que ETA se vaya acabando (a mí todo lo contrario, por supuesto).

http://focoblog.com/focoforo/topic.php?id=7133

José María Bellido Morillas dijo...

Lo de que las violasen y las matasen tiene una explicación muy sencilla: justifica desde un plano ético el placer del espectador por ver violaciones (en este caso es una venganza que se puede asumir como pena de justicia internacional, los violadores son una especie de verdugos de Nürnberg), así como las películas de zombis justifican el placer del espectador por ver genocidios (los zombis no son humanos, que es la base ideológica de cualquier genocidio, así que se los puede reventar en masa). En fin, el porno nazi es un universo per se. https://www.youtube.com/watch?v=Y5FbG8JfIwk

José María Bellido Morillas dijo...

"En los campos lo que no sucedió es que hubiera mujeres de las SS. Y menos que se dedicaran a torturar a los presos". Hombre. Hombre. ¿Cómo que no? http://www.abc.es/cultura/libros/20150112/abci-mujeres-nazis-crueles-campos-201501121142.html

Johannes A. von Horrach dijo...

Hola Bellido, qué tal?
Muchas gracias por el dato de las mujeres nazis, lo desconocía del todo. Introduciré los datos en la entrada, e incluso me puede valer para una prolongación de mi saga ctónica.
un saludo

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