viernes, 15 de julio de 2011

ARTÍCULO EN PAIDEÍA


Los fans de Von Horrach están de enhorabuena este verano. La revista de filosofía PAIDEÍA (publicación cuatrimestral de la SEPFI) incluye en su nuevo número (91, mayo-agosto) el artículo de un servidor titulado El problema de la escritura y su relación con la verdad farmacológica (p. 265-281). Se trata, básicamente, de una lectura de La farmacia de Platón de Derrida en la que, a partir del concepto de phármakon, trato de establecer puentes entre la metafísica y las ciencias sociales (ensamblando procederes de investigación, tipos de escritura y concepciones de la verdad), desembocando, como no podía ser de otra manera, en la hipótesis mimético-sacrificial de René Girard. Mis agradecimientos a los responsables de la revista por la osadía de jugarse su prestigio publicándome. Dejo el abstract para los interesados (los hooligans más acérrimos de Von Horrach pueden conseguir un ejemplar de la revista por sólo 13 euros):

El concepto platónico del phármakon se encuentra en la base del problema de la escritura y también de la cuestión de la verdad. El marco de ambivalencia que lo caracteriza nos obliga a repensar las relaciones que entran en juego en la construcción de toda verdad filosófica. La verdad de lo 'farmacológico' también influye, con el concepto derivado de pharmakos, en una dinámica social.

domingo, 10 de julio de 2011

HOMOSEXUALIDAD IDENTITARIA

 El barón Krauss von Espy de la película Crueldad intolerable (2003)

De nuevo me entretengo en el blog de Ferràn Toutain, uno de esos escogidos lectores españoles de René Girard que interpreta al de Aviñón con provechoso espíritu filosófico. Toutain, siempre atento a toda manifestación mimética en el hombre, se detiene por un momento, imagino que a cuenta de las histriónicas celebraciones del 'Orgullo gay', en la cuestión de la 'homosexualidad identitaria', que considero interesante debido a ciertas paradojas relacionadas con la evolución histórica reciente de su posición y reivindicaciones. Quiero decir que resulta significativo observar cómo gran parte del movimiento gay ha acabado asumiendo el criterio que manifestaban en contra sus perseguidores, durante el franquismo, para prohibir y perseguir la homosexualidad. Quiero decir, el mismo criterio pero únicamente modificando la consideración negativa por otra positiva, sin alterar con ello la estructura diferencial, la separación identitaria (acabar adoptando los códigos estructurales del adversario es uno de los temas recurrentes en la obra de Girard). Si la homofobia franquista venía a decir que la homosexualidad era una práctica esencialmente maléfica, propia de seres 'enfermos', el perseguido colectivo gay respondía a esto asegurando que en realidad se trataba de una opción sexual más que no podía servir para definir (negativa o positivamente) la moralidad o dignidad de aquella persona que la había adoptado. Es decir, se trataba de legalizar y normalizar su práctica intentando desvirtuar aquella consideración identitaria y excepcional que le atribuía el franquismo. Sólo es sexo, nada más que eso. Curiosamente es hoy en día, momento en el que la homosexualidad está absolutamente normalizada en España, donde no se dan problemas serios de persecución generalizada, es cuando se ha ido recuperando el argumento identitario para conceder a la homosexualidad una especie de plus ciudadano y democrático. En este replanteamiento de la cuestión, el homosexual ya no sería un ciudadano normal que tiene un determinado gusto sexual (gusto en absoluto significativo para la consideración de la moralidad del individuo en cuestión), sino algo así como una especie aparte, que habita una cosmovisión alternativa, autónoma, diferente, única, superior. Es decir, no se busca la asunción común de una normalidad ciudadana que implique a todo el mundo al margen, entre otros, de gustos sexuales, sino que se ambiciona, con la exhibición de su opción sexual, conseguir una legitimidad superior, un estar por encima, un privilegio que exige reconocimiento. En este sentido, resulta aleccionador atender la paradoja de los guetos (el barrio de Chueca, sin ir más lejos), que a diferencia de pasados terribles son ahora  libremente escogidos por los interesados, y no con la intención de protegerse de hostilidades externas, sino para asentar este principio identitario de 'mundo aparte' que preside su más reciente perspectiva.

Es ley de vida: únicamente tras la lucha concreta y física por la supervivencia, y ya asentada una esfera común de igualdad, es cuando se abren los amplios horizontes del mercado de valor y la especulación identitaria. 
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