Contrariamente a lo que se suele entender hoy en día, la palabra caos
no significa lo opuesto al orden ni al cosmos; por tanto, no es
desorden ni tampoco confusión, escapando de esta manera a las usuales
oposiciones antitéticas. El término procede del griego Khaos, que aparece por primera vez en la Teogonía de Hesíodo y que significa en realidad abertura, hendidura, ruptura, abismo, escisión, grieta, fisura (el verbo griego Khaino
significa un abrirse la tierra, una herida o incluso la boca). Por
tanto, la palabra caos no se refiere a otra cosa que a algo que
eclosiona y de esta manera se pone en marcha, a lo ya plenamente
existente, a un juego del que ya formamos parte y cuyo origen se nos
escapa necesariamente. Ni siquiera es principio o fundamento de nada,
pues su eclosión misma no es esencialmente cognoscible ni recuperable,
blindada como está en una originaria opacidad, pues la conciencia
surgiría por medio de esta abertura, sin posibilidad de registrar lo
anterior.
El hombre habita la brecha, la escisión que origina nuestro mundo y
que caracteriza todo fundamento como abismo, suelo sin fondo. Pero la
habita conflictivamente, bajo el sentimiento de la pérdida dramática,
representada en las perspectivas míticas mediante la figura del 'paraíso
perdido' (especie de cosificación del origen inaprensible) que desea
recuperarse. Mediante el caos, que desarraiga, quebrando la cercanía de
lo inmediato y multiplicando las posibilidades, estamos ya en medio del
juego de la existencia y la vuelta atrás nos resulta algo imposible,
pues su previedad no es determinable o medible, aunque paradójicamente
esta aspiración de dominio y control del origen (clausura del khaos
para fijar un orden blindado) haya sido la más practicada por parte del
hombre, necesitado de las certezas que la dimensión de incertidumbre
del Khaos diluye.
(publicado en la revista KILIEDRO, que inicia una nueva etapa)