viernes, 8 de febrero de 2013

MÁS SOBRE LA PARTITOCRACIA

 (artículo publicado hoy en El Mundo-El día de Baleares, p. 17)



Desde la Transición, el poder de la partitocracia en nuestro país ha sido inmenso. Ya en los 80 los partidos políticos fueron afianzando sus tentáculos para controlar cada esfera de la sociedad, desde la ciudadanía hasta las cajas de ahorros o los medios de comunicación, pasando por los clubes de fútbol o ciertos sectores económicos (electricidad, telefonía, etc.). El PSOE inició el trabajo, gracias al empuje legitimador que parecían conferirle sus sucesivas mayorías absolutas, pero después se sumaron a la fiesta el PP y partidos nacionalistas de poder como CiU y PNV. Ahora vemos que todos y cada uno de estos partidos están inmersos en escándalos tan graves que en un país serio acabarían con ellos.
Como señala el ensayista César Molinas, la política española se ha articulado como si fuera una casta (“élites extractivas”), a la que no se exige un determinado nivel académico (por eso siempre he pensado que los políticos son los principales interesados de que nuestro sistema educativo sea cualitativamente tan mediocre), y que financia sus múltiples gastos mediante un omnímodo sistema de captura de rentas, ya sea saqueando a la clase media o a empresas que están fuera de su círculo de influencias.
El resultado es que los políticos han colonizado cada ámbito de la ciudadanía, interviniendo sectores, mediante pactos con empresas favorecidas (que luego pagan los favores fichando como asesores a ex-políticos por cantidades millonarias, casos de Endesa, Telefónica o Gas Natural), mientras el coste de estas alianzas van a cuenta de la ciudadanía. Sin embargo, parece que la vida fuera de este dominio de la partitocracia es más provechoso, porque donde ellos no han metido su zarpa, es decir, en sectores menos intervenidos como es el caso del textil, España es capaz de producir un gigante mundial como Inditex.
En esta línea, nos encontramos con que los partidos de nuestro Parlament (PP, PSIB y PSM) reciben cada año 1 millón de dinero público para sus gastos de funcionamiento (al margen de sueldos y dietas). Un dinero que, por supuesto, gastan sin un mínimo desglose público para saber a qué se destina. Son consecuentes con esta opacidad, pues cada vez que UPyD propone en el Parlamento nacional una necesaria ley de transparencia, la mayoría de partidos (IU incluido) se unen para tumbarla. En la opacidad nuestro partidos han vivido mejor que un león del Serengueti.
Una diputada de izquierdas trata de justificar el citado ejemplo en la prensa local asegurando que el funcionamiento de los partidos requiere de estas ayudas públicas: “Únicamente con las cuotas de los afiliados sería imposible poder mantener el partido, hay muchos gastos a los que hacer frente”... Es evidente, cada vez más, que su sentido de la realidad está profundamente fracturado, porque si los partidos no tienen dinero propio para pagar las innumerables sedes que tienen en los pueblos de Mallorca (esa es otra: ¿Por qué se necesita que haya una sede en cada rincón?), o para sufragar las mastodónticas y circenses campañas electorales, es evidente que la conclusión lógica sería que recortaran gastos, y no siguieran exprimiendo a una ciudadanía arruinada para seguir con su enloquecido tren de vida.

domingo, 3 de febrero de 2013

EL ORIGEN DE LOS DIARIOS. EL YO ESCINDIDO

(artículo publicado en la revista La Bolsa de Pipas, nº 88, enero-marzo 2013)
 
Tras mucho tiempo de no existir como género literario (el diario personal cuyo fin era la publicación editorial es un fenómenos reciente), y después de ser considerado una categoría menor escasamente practicada, sobre todo en España, los diarios se han convertido en un elemento indispensable de las letras actuales, siendo muy frecuentado por escritores y valorado por crítica y lectores. Pero lo más paradójico de la escritura diarística moderna es su origen, que no tiene mucho que ver con las circunstancias vitales de los diaristas, habitualmente sedentarias. Y es que la génesis histórica de este género se produce con los viejos diarios de navegación o con los diarios de las expediciones geográficas, como señalara el gran Jünger en el prólogo de sus Radiaciones, probablemente uno de los mejores diarios que se hayan publicado nunca. Fueron estos exploradores o navegadores los que dieron la forma (recoger día a día los acontecimientos vividos por quien escribe) a los diarios modernos.
Dicha paradoja permite algunas reflexiones: aun siendo la forma básicamente la misma, no sucede lo mismo con el yo, que ya no es el del intrépido capitán o el arrojado explorador, ni tampoco el del minucioso geógrafo, es decir, ya no está determinado por las peripecias inagotables de una expedición en la que sus miembros se lo juegan todo, sino que ese yo se ha transfigurado en el del escritor sedentario cuyas peripecias se han volcado hacia la vida interior. ¿Qué queda por descubrir en un mundo absolutamente cartografiado, fotografiado y filmado hasta los rincones más ocultos? El yo que sustentaba al explorador y al capitán era firme y contaba con una base monolítica muy arraigada, lo que le permitía lanzarse a aventuras arriesgadas más allá de lo conocido, siendo lo decisivo dichas aventuras y no la interrogación del propio yo. Sin embargo, la ambivalente y quebradiza modernidad ha transmutado esa aparente seguridad, dejando todo principio en una indeterminación que ha cambiado el sentido de la búsqueda. Porque, ¿acaso indagan la misma cosa el aventurero nómada que el escritor sedentario a pesar de compartir el mismo medio expresivo, la misma 'caja negra de navegación'? El yo del diarista moderno surge de la quiebra, de la escisión, del fin de las certezas y principios, de lo baldío del viaje físico (en un mundo en el que el viaje se ha convertido en sudorosa norma), y eso determina un tipo distinto de interrogación y escritura, el cuestionamiento de sí y un fuerte deseo de ser-otro, junto con la angustia de poder realizar o no esa especie de suplantación (angustia causada por la imposibilidad de que la escisión sea totalmente suturada). El yo del diarista, por ser hijo de la escisión, surge como interrogación de sí mismo y trata de habitar su condición desarraigada de alguna manera, consignando el paso de los días, tratando de agarrar el tiempo que lo va desmenuzando, demorándose en los detalles más frágiles. No se busca un éxito memorable o una gesta histórica, sino resistir con dignidad la anaciclosis de su pequeño mundo, tratando de encontrar la clave que salve alguna cosa del naufragio.

viernes, 1 de febrero de 2013

(EN MANOS DE LA) PARTITOCRACIA



 (artículo publicado hoy en El Mundo-El día de Baleares, p. 17)

Si de verdad este sistema en el que vivimos quiere cambiar a mejor, algo debería hacerse con el poder acumulado por la partitocracia. En España los partidos se han convertido en un fin en sí mismo, y por eso no se aplican el mismo rigor y contundencia que obliga al resto de la sociedad. Sin ir más lejos, pensemos en las demoras de la Administración a la hora de pagar a proveedores, los cuales se ven obligados a abonar el IVA de las cantidades que todavía no han cobrado, un caso muy cercano a lo que entendemos por expolio.
Por parte de los que nos gobiernan ahora, en Palma y Madrid, se percibe un abuso flagrante de la promesa que se va dilatando hasta no llegar a cumplirse. O que se cumple sólo a medias, como esa reducción del 7 % del sueldo de nuestros parlamentarios de Baleares, que ha durado un año, el 2012, mientras que este mes ya ha vuelto a la normalidad; por contra, las rebajas de salario a funcionarios se mantienen indefinidamente. También hemos visto que se ha descafeinado la Ley autonómica del Buen Gobierno, modificando 20 de sus 51 artículos, lo que enfatiza su intención meramente propagandística. Otras promesas, como la anunciada rebaja de concejales por cada municipio (cuando lo que pide Bruselas es reducir municipios, pues en España tenemos el doble que Alemania, aunque con la mitad de población), no se han realizado con la excusa de que la oposición no estaba de acuerdo... como si a Bauzá le hubiera importado el acuerdo con el PSIB y el PSM en otros temas.
Los partidos españoles funcionan como agencias de colocación, en un sistema que prima al camarada en detrimento del nivel académico o profesional; antes el interés de los partidos de poder que las necesidades de una ciudadanía atomizada. Por eso se miman las esferas que dan de comer a los afiliados (siguen abiertas muchas empresas públicas inútiles) mientras que se acribilla a la clase media y a las empresas con impuestos asfixiantes (los últimos casos en Baleares, con el impuesto por envases o a los concesionarios, demuestran esta tendencia).
Otro elemento que apuntala este modelo es que somos uno de los países menos transparentes del mundo desarrollado. Como recordaba en estas páginas Javier Mato el pasado domingo, la Administración nos trata más como súbditos que como ciudadanos, y no olvidemos que la opacidad que han practicado no oculta otra cosa que los manejos de la corrupción.
Pero donde el dominio de la partitocracia alcanza límites casi absolutistas es en la política de indultos, tanto con Zapatero como ahora con Rajoy, por no hablar de la época de Aznar. Primero de todo, cabe discutir el sentido intrínseco de este recurso, que anula la ya endeble independencia judicial y tiende a afianzar el poder de los partidos dominantes y sus apoyos. Pero por añadidura el tipo de perdones que se están produciendo no puede ser más aberrante: Mossos d'esquadra indultados (dos veces) por torturas, el famoso caso del conductor kamikaze, un millonario estafador inmobiliario, el número 2 del Banco Santander, etc. Toda voluntad de cambio debería tener en cuenta estos componentes.
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