lunes, 27 de enero de 2014

INQUISIDORES

      
                        (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día del Mundo)


        Vaya por delante que no estoy emparentado con el célebre fiscal Pedro Horrach. Tampoco tengo nada que ver con el galerista Joan Antoni Horrach Moyà, y para evitar confusiones decidí firmar mi primer libro con el semi-seudónimo Johannes A. von Horrach. Pero me interesa especialmente que no se me vincule ahora mismo con el fiscal monárquico, viendo la deriva que han tenido sus últimas actuaciones. Es una pena lo de este hombre porque, gracias a su trabajo contra la corrupción de PP y UM, había sido aparatosamente santificado por los medios y la sociedad balear. Pero su defensa a ultranza, en plan catenaccio, de la Infanta le ha hecho experimentar el camino ya transitado por tantos otros, que pasaron de la divinización a la demonización en poco tiempo. Realmente la actitud de Horrach no tiene defensa; la tendría si se hubiera caracterizado hasta ahora por ser un fiscal garantista y respetuoso, pero todos sabemos que siempre fue un sabueso implacable con cualquier sospechoso que se cruzara en su camino. Un amigo mío experimentó en sus carnes la dureza inquisitorial de sus acusaciones. Mi amigo fue interrogado en un caso sólo en calidad de testigo, pero la fiereza de Horrach lo apabulló hasta el punto de que él mismo, por un momento, se llegó a sentir culpable. La experiencia fue dolorosa y humillante. Teniendo en cuenta este bagaje, difícil retirada hacia terrenos garantistas tiene un fiscal que siempre se caracterizó por todo lo contrario. Lección maquiavélica que deberían aprender aquellos que disfrutan embriagándose en el celo en determinadas situaciones, porque luego lo tendrán más difícil si cambian las tornas y hay que manejar otra baraja.
   Otro de nuestros locales frecuentadores del tono inquisitorial ha sido protagonista esta semana. Me refiero a aquellos escritores en catalán (y catalanistas) que tratan de boicotear cada año la edición de los Premios Ciutat de Palma por cometer Cort la atrocidad de concederle un 50 % de protagonismo a la odiada lengua castellana. Y eso que la novela triunfadora está escrita en catalán, lo que permite desactivar sus críticas a un supuesto monolingüismo oculto. Uno se acostumbra a esta fauna y, a veces, no valora justamente sus desvaríos (es decir, los normaliza fruto de la pesadez), pero aún así sus rebuznos en favor de su particular fetichismo lingüístico son destacables, ejemplificados en su manifiesto, donde se considera que la calidad literaria es algo exclusivo de la escritura en catalán (o al menos siempre que la otra en cuestión sea la castellana), momento en el que su indigente narcisismo alcanza por un momento (y no es fácil) su inveterada pulsión excluyente.

lunes, 20 de enero de 2014

ELEFANTE BUROCRÁTICO

 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

 El gobierno Bauzá ha puesto sobre la mesa la intención de reducir el marasmo legal que nos apabulla, con la idea de derogar 220 decretos y revisar una docena de leyes autonómicas. Primero de todo, será interesante ver si acaba cumpliéndose este plan, porque en el mundo de la política, articulada a partir del sujeto puramente declarativo, el paso de las intenciones a los hechos es más gigantesco que el mar de Júpiter. Nos tomamos tan en serio estos anuncios que, cuando no nos gustan los criticamos como si ya se hubieran aprobado bajo leyes en firme, y cuando sí los jaleamos sin tener en cuenta que de momento no son más que palabras.
Pero en este caso de la reducción de leyes, nada sería más aconsejable teniendo en cuenta nuestra situación, con un paro instalado en el 26'7 %, y una sobredosis legal que es muy contraproducente a la hora de crear empresas y, en consecuencia, puestos de trabajo. España, sumando las leyes que emite el Estado y los 17 miniestados que lo conforman, es un gigantesco elefante, lento y pesado, que paraliza todo aquello que toca. Los datos de esta hipertrofia regulatoria son espectaculares: 13.000 normas y 900.000 páginas de legislación entre Gobierno central y Comunidades Autónomas; puesto mundial número 136 en apertura de negocios; el 100 en protección de inversores; el 44 en facilidad de desarrollar actividad empresarial; el 70 en obtención de electricidad; el 64 en cumplimiento de contratos, etc. Todo este delirio produce una fragmentación caótica del mercado nacional, un exceso de cargas administrativas y múltiples contradicciones. Uno se sorprende de que, a pesar de todo, este país siga funcionando de alguna manera, viendo las trabas que desde la política se erigen para su desarrollo. Montar una empresa en este país es una labor de dioses de la mitología griega, teniendo en cuenta lo dicho, además de la dificultad de financiación que los emprendedores encuentran en los bancos, que prestan más (con la mitad de interés) a las grandes empresas.
Sin embargo, no desesperen, porque hay empresas que sí funcionan. Por ejemplo los partidos políticos tradicionales, que deben fortunas a sus acreedores, pero que sin embargo siguen gastando cantidades faraónicas, sobre todo en periodo electoral. O los sindicatos, con una UGT pluriimputada, y con CCOO, que acaba de declarar un beneficio de 1'05 millones en 2012, nada menos que el peor año de la Crisis. ¡Esto sí que es un ejemplo de empresa de éxito! Ya vimos con el instituto Noos que los inventos “sin ánimo de lucro” pueden alcanzar ventajosas posiciones de liderazgo. Sólo les ha faltado cotizar en el Ibex-35.

lunes, 13 de enero de 2014

RECETA PARA EL ÉXITO

 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Si usted está loco por triunfar a nivel político y social, preste mucha atención y tome nota. Primero de todo, monte con un grupo de amigos una organización (o súmese a alguna ya existente) que se dedique a liquidar a semejantes desagradables. Aplíquese en el uso de la parabellum y los explosivos titadine. Si es posible, hágalo en un contexto político-penal tolerante; por ejemplo, los años 80 en España. Primero asesine a miembros de las fuerzas de seguridad del Estado, que tienen su estigma después de una dictadura (aunque es importante matar más en democracia que durante la dictadura, no olvide este detalle). Una vez se haya familiarizado con las armas y con el hecho de matar, que siempre le da a uno un aureola de autoafirmación, pase a otro tipo de víctimas más cercanas, como pueden ser simples civiles, jueces, periodistas, políticos, etc. Sea implacable, el objetivo lo merece.
No se preocupe si lo acaban deteniendo, es parte del plan. En ese caso, relájese, tómeselo como una estancia en un balneario, y dedíquese a sacarse estudios de forma fraudulenta, necesarios para redimir condena (la UPV es un centro recomendable en el que realizar estas operaciones). Vivirá en prisiones modernas, separado de los reclusos normales (chusma no politizada), brindando por las hazañas de sus camaradas todavía libres, por no hablar de los vis a vis de rigor.
El momento del éxito se acerca. Gracias al contexto que antes decía, usted podrá salir de la cárcel tras sólo 20 añitos (con menos de un año por muerto, no se quejará), será agasajado por los suyos a la salida y reincorporado a lo más granado de su sociedad de origen. Se le considerará un héroe de por vida, todos lo querrán ayudar, tendrá un imán con las chicas. Ojo, en este sentido es importante que usted haya matado con finalidades políticas, porque si se ha dedicado al vicio de asesinar a mujeres y niños, ni su madre irá a recibirlo a la salida del centro penitenciario, y deambulará con desasosiego mientras todos lo señalan con el dedo. En cambio, si usted ha sido aplicado, y ha matado por una causa política, tranquilo, todos querrán entrevistarle, podrá dar charlas y plantear que su criterio es relevante para solucionar los conflictos, mientras que sus víctimas y familiares serán considerados sujetos peligrosos de “la extrema derecha” que no está por la labor de solucionar nada. Ellos, pobres desgraciados, acostumbrados a vivir con miedo, se han tenido que largar de sus casas y cambiar de vida. Pero usted será un hombre feliz, integrado y su voz tenida en cuenta. Un triunfador.

lunes, 6 de enero de 2014

LA HISTORIA ETERNA

      (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

        Si lo peor del cambio de año es el estruendo tribal de cohetes y parafernalia más bélica que festiva, la parte positiva es la calma milagrosa que llega desde las calles tras el amanecer. Parece como si el melancólico noviembre aterrizara en plena Navidad, aunque sólo sea por unas horas que al menos redimen el estruendo unánime que las precedió. No me gusta la Nochevieja; para mí, desde siempre, es la peor noche de cada año, así que mis inicios del nuevo dígito no son precisamente amables, sino que alcanzan la experiencia traumática del nacimiento al no tener dinero como para vivir solo en un chalet apartado.
       Tampoco he entendido nunca las promesas del nuevo año. Ni siquiera como ritual que busca la comunión con los demás. Si el cambio de año parece necesitar de la promesa de una transformación radical, que no suele producirse, ¿no sería mejor vivirlo como un simple cambio de día que no supone nada nuevo? Total, si al final todos los años son iguales, la misma (y no asumida) abúlica historia: beber, tropezarse con humanos y esperar la muerte. Y dormir un poco, uno de los mejores inventos de la civilización, porque cuando uno duerme no hace daño a nadie. Buscar el calor humano durante la Nochevieja es como esos que para darle sentido a su existencia se entregan al culto de los deportes de riesgo, ese cortejo zalamero a la muerte que huele la redentora descarga de endorfinas. Por algo soy diezmesino, a mí sólo me redimen el sofá y la manta.
      Del 2013, cuando tenga un rato para pensar en estas menudencias, recordaré básicamente que publiqué mi primer y seguramente último libro (Disecciones, Sloper), que nació mi ahijado Marc, que comencé a escribir en EL MUNDO y que padecí tres auras visuales. No sé si eso justifica una existencia, pero es algo. También que fue el primer año en el que no vi a mi tío, el pintor Tomás Horrach Bibiloni, fallecido horas antes de acabar el anterior. Estas cosas son curiosas, algo freudianas, pero tuvo que llegar la muerte (inesperada) de mi tío para que yo me decidiera a ponerme a dibujar y pintar en este 2013, bajo la tutela de su mejor discípulo, Francesc Grimalt. Parece como si la presencia del modelo te bloqueara hasta el punto de que la creatividad (en mi caso, muy discutible) fluyera sólo cuando éste desaparece del escenario. La huella que deja esa ausencia a veces parece más activadora que tantas horas de cercanía, tal vez porque sólo desde la ausencia esa cercanía cobra su influjo más hondo.

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