lunes, 14 de abril de 2014

EL CORO DE LA UNANIMIDAD


  (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)


Una de las esencias de la modernidad consiste en que nada es a priori intocable. Todo puede criticarse e incluso cambiarse. Pero en algunos ámbitos nos encontramos con un discurso que, mientras quiere cambiar cosas (la Constitución), enloquece cuando desde la mayoría política se pretenden redefinir aspectos relacionados con el catalán. Nuestro pelotón de guardia acaba de salir en tromba, como acostumbra, contra el cambio de criterios lingüísticos de IB3, que se aplicaría a partir de mayo. La idea consiste en darle al artículo salado una consideración formal, junto a una reivindicación del léxico propio de las Baleares que no se aplica con normalidad en los medios. ¿Tan terrible sería eso? Para Damià Pons o Josep Antoni Grimalt, representantes del departamento de Filologia Catalana de la UIB, pocas cosas hay más graves. Es curioso lo de estos enardecidos centinelas del idioma, o más bien de una idea muy concreta del mismo: presumen de representar posturas científicas, cuando no son capaces de establecer un debate sobre el modelo de lengua sin demonizar desde el principio a aquellos que se salen de la norma que ellos mismos han establecido. Realmente, no hay nada menos científico que utilizar el prestigio de la ciencia con el fin de estigmatizar y triturar cualquier disidencia. Jamás interpretan que el criterio del otro, aunque no lo compartan, sea legítimo, sino que es de por sí, en su diferencia, aberrante, una monstruosidad que es necesario erradicar para la buena salud de la cohesión social (otro de sus mantras).
Pons ha criticado el cambio de modelo en IB3 asegurando que no tiene en cuenta “las leyes”. Por supuesto, él y sus compañeros de departamento son los primeros que se las saltan. Primero, ninguneando olímpicamente aquel punto del Estatuto de Autonomía que insta a la defensa de las modalidades insulares. Y segundo, excluyendo una abundante cantidad de términos propios de las Baleares considerados normativos por el Institut d'Estudis Catalans, como si en realidad no lo fueran. Pons y compañía defienden sin fisuras una interpretación del estándar catalán que ha mutilado gravemente la multiplicidad de la lengua. Para no reconocer lo que de político hay en sus planteamientos filológicos, se convierten en tumulto intimidador que endosa a los discrepantes los improperios habituales: “secessionista”, “incult”, “pagès”. En un ejercicio pavloviano de la falacia del hombre de paja, han elaborado un estereotipo con el que encorsetar a todos sus oponentes, digan estos lo que digan. Nada más anticientífico que caer en esta dialéctica demonizadora. Su falta de pluralismo lingüístico no es más que la antesala de su ausencia de pluralismo ideológico. Porque el más preciado de los credos es, para ellos, la unanimidad.

1 comentario:

ozú mi arma dijo...

Como sevillana, exijo que los informativos respeten nuestra modalidad.¡Ya está bien que tengamos que hablar todos como salmantinos!

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