(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Los insondables (o no tanto) caminos a través de los
cuales un suceso se convierte en noticia relevante tienen su aquel.
En noticia o en pasto de nuestro ejército de columnistas. El morbo
sigue cotizando al alza, por eso lo acaecido esta semana en Magaluf
resulta muy noticioso y, al parecer, alarmante, mientras que la
muerte del Sant Joan de Ciutadella no interesa demasiado, cuando es
algo que se temía desde hace tiempo. Y no me negarán que una muerte
es más importante que una irlandesa felatriz en serie.
En política también nos encontramos con cuestiones que
de repente se convierten en tema principal de nuestra actualidad. Por
ejemplo, la de los aforamientos. Durante unos dos años UPyD ha
bregado en la soledad más absoluta para que esta cuestión
impresentable sea primero conocida por la ciudadanía y después
suprimida por el Gobierno. Incluso llegó a presentar una iniciativa
en el Parlamento, que fue saldada con los habituales desplantes y
acusaciones propias de nuestro miserable modo de politiquear. Y, sin
embargo, resulta que un tema que parecía no interesar a nadie, salvo
a esos raritos de UPyD, se convierte en una preocupación
generalizada y alarmante. Ahora todos están indignados con los Diez
Mil Hijos del aforamiento, todos quieren suprimir este privilegio ya
mismo. Lo más irritante, sin embargo, es que muchos de los que ahora
se han puesto a la cabeza del antiaforamiento oculten con todo el
descaro posible que UPyD fue el responsable de descubrir y plantear
la cuestión.
Y de la misma manera que en ocasiones algún tema
alcanza cierto estrellato mediático, aunque tarde un tiempo en
cristalizarse, en otros casos nos encontramos con que no hay manera
de dar relevancia a aquello que claramente lo merece. Me estoy
refiriendo al precio de la gasolina en España, que acaba de subir
considerablemente justo en el momento de inicio de la veraniega
Operación Salida. Muchos creen erróneamente que la gasolina en
España es barata, porque se limitan a comparar el precio total con
otros países. Pero si quitamos la parte (bajísima) del importe que
equivale a los impuestos, el precio puro está en cabeza. A nadie
parece preocuparle que tengamos unos impuestos tan reducidos en este
caso y que, por contra, el beneficio del sector sea tan elevado. Como
tampoco importó demasiado que las petroleras bajaran precios los
lunes de cada semana con el fin de engatusar a Bruselas haciendo
creer que ese día (el fijado por Europa para tomar datos oficiales)
reflejaba la tónica semanal. Algo huele a podrido en las gasolineras
españolas y, ¡ojo!, nuestras queridas felaciones pueden estar
jugando un papel estelar en este caso.
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