lunes, 20 de octubre de 2014

POR LA PUERTA DE ATRÁS


  (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

En Pujolandia, el catalanismo acostumbra a ir de cara. Allí sus posturas tienen un amplio seguimiento social y político, y eso facilita las cosas para atropellar a los disidentes. En cambio, en Baleares el catalanismo es minoritario y por eso no suelen ir de frente sino que se refugian bajo un programa oculto que define lo que verdaderamente ambicionan. Lo vimos con la cuestión de la inmersión lingüística: si en Cataluña se presentó y aprobó un decreto explícitamente de inmersión, en nuestras islas no ha sucedido lo mismo, aunque hemos llegado más o menos al mismo punto. Se aplicó en clave maximalista el Decreto de Mínimos (1997), aprobado por el gobierno del PP de Tòfol Soler, sirviéndose de un mínimo del 50 % de catalán como plataforma para colonizar el terreno lingüístico que en nuestro sistema educativo se dedicaba al castellano. La inmersión llegó así por la puerta de atrás, gracias a la movilización de la tropa cuatribarrada que gramscianamente controla la mayoría de los institutos públicos.
Otro ejemplo de la manera ocultadora que caracteriza la estrategia del catalanismo en Baleares lo hemos visto esta semana cuando la Fundació Jaume III presentó los resultados de su laborioso estudio del catalán usado en los libros de texto de primaria editados por Santillana, Anaya y Vicens Vives. Nos encontramos pues con que las modalidades baleares, cada día más deterioradas, van retrocediendo en beneficio básicamente del catalán barcelonés. Incumpliendo así el célebre artículo 35 de nuestro Estatuto, que sólo sirve de facto para convertir a la UIB en un poder de veto ante iniciativas políticas o educativas que no sean del agrado del catalanismo al que fielmente representa, pero que, en cambio, no permite que se respeten las modalidades de nuestras islas, como indica con claridad el texto legal. Lo curioso es que sí se respetaban las modalidades hace unos años, cuando yo estudiaba la EGB. El significado de esta estratagema parece evidente: uniformizar la lengua como paso previo para la unidad política. Por la puerta de atrás. Con lo que evidencia de doble vara de medir: exigir la diferencia cuando se grita hacia Madrid, pero promocionar la homegenidad de puertas adentro. Primero lo niegan, después viene el acostumbrado cinismo complacido.

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