lunes, 11 de mayo de 2015

ENTRE ISLAS


 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

El Reino Unido ha protagonizado la actualidad informativa de la semana. La noticia indiscutiblemente más importante de estos días ha sido la destitución del seleccionador inglés de cricket, Peter Moores. Aunque también se han celebrado unas elecciones generales, tal vez debamos comentar algo sobre ellas. Ya saben de la victoria aplastante de Cameron, pero si algo ha llamado la atención, además del desacierto de las encuestas, es que las dimisiones entre las filas de los perdedores han sido automáticas: Miliband, Clegg y Farage. En esta cuestión, y en otras muchas, están a años luz de nosotros porque en España, salvo Monedero y yo mismo, pocos dimiten (nosotros lo hicimos preventimanente, así que poca broma).
Tal vez ya sepan que soy anglófilo perdido y, por eso, sigo al detalle acontecimientos como estos. Qué maravillosa es en este sentido la BBC, caracterizada por el gran nivel de sus periodistas, y eso que ya no cuentan con Jeremy Paxman. Sin embargo, un problema serio del sistema electoral británico es su escasa representatividad, porque sin ir más lejos el UKIP ha obtenido 4 millones de votos pero sólo un miserable escaño.
Y de Gran Bretana a las Baleares, donde sigue siendo Xavier Pericay el gran protagonista de la campaña. Se caracterizan por su odio al candidato al Parlament de C's ciertos plumillas del Última Hora; a juzgar por sus furibundos ataques, parece que el hooliganismo isleño no sólo se concentra en Punta Ballena. Payeras (que llamó a Pericay “cunero”), Ferrer Miserol (“tarugo”) o Segura, que lo considera “más peligroso que Bauzá” (o sea, el Gran Satán), además de abominar de la nueva versión del Bearn de Llorenç Villalonga que publicará Sloper. Si ya están bastante aterrados de que su proyecto del PI, sobrerrepresentado en sus páginas, no tenga muchas posibilidades de entrar en la Sala de las Cariátides, los 9 escaños de C's en el sondeo del CIS (que acertó en 2011 y 2007) han sido el detonante del delirio final. La maniobra no puede ser más insolvente: tratar de convertir en un peligroso radical a alguien tan correcto como Xavier. Si de algo dan la medida estas estratagemas es precisamente de lo contrario: del sectarismo de los que la articulan. Que sigan bramando.

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