lunes, 19 de octubre de 2015

LA LEYENDA NEGRA



 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Probablemente seamos el único país de Occidente, tal vez del mundo, que ha asimilado la leyenda negra que le endosaron sus enemigos históricos como si fuera la palabra de Dios. Cuando en ese leyenda hay parte real pero también exagerada. Vimos la semana pasada hasta qué punto comulgamos con esa versión macabra de nuestra historia, como si fuéramos el peor país que ha existido sobre la Tierra.
En la conquista de América, con muchos capítulos brutales, no existen demasiados aspectos nuevos. Es decir, los conquistadores españoles repitieron el mismo patrón de otros imperios, como el romano. O como el Islam, que no tenía ni cien años y ya estaba en los Pirineos. O los aztecas. La definición de genocidio no cuadra en absoluto con lo que pasó en el Nuevo Mundo, porque España no planificó una eliminación total y sistemática de los indígenas. Recordemos que la mayoría murieron involuntariamente por culpa de la viruela y el sarampión, enfermedades que destruían las precarias defensas biológicas de los americanos.
Hoy mismo podemos hacer un simple cálculo para calibrar el grado de destrucción: la presencia de indígenas. Ésta es muy superior en Sudamérica que en Norteamérica o Australia, donde la carnicería fue mucho más intensa. Y al menos los españoles contaban en sus filas con voces muy críticas, como De las Casas. Se acercaría algo más a la definición de genocidio la conquista mallorquina de Jaume I, pero aquí la celebramos a todo trapo, orgullosos de la masacre.
Tras el 12-O queda claro que son mucho más pesados los anti que los pro. Los anti parecen más convencidos de lo suyo, y se manifiestan con ardoroso énfasis. Curiosamente hoy muchos ateos son más dogmáticos que los creyentes, y los de la leyenda negra más pesados que los del imperio soleado. Tal vez porque confundimos el espíritu crítico con un pelotón de fusilamiento (twittero o no) funcionando las 24 horas.
Al final siempre es lo mismo: narcisismo. Que nos hace sentirnos lo mejor o lo peor. El caso es no vernos, a nosotros ni a los demás, con un mínimo de equilibrio. Siempre la furia arremetiendo contra los otros o contra lo propio. Esencialismo puro. Culto a la identidad, para consagrarla o destruirla.

2 comentarios:

PENSADORA dijo...

¿Presencia indígena en sud-américa? haberla la hay, pero allá donde no conseguimos profundizar y no había oro, no lo olvidemos Dr.

En cualquier caso, ciertamente, lo del equilibrio no es lo nuestro.

En fin.

¡Salud!

Johannes A. von Horrach dijo...

Claro, no en todos los países sudamericanos hay la misma proporción de indígenas, pero en general hay bastante. Pero aún así sigue siendo válida la vara de medir con respecto a Norteamérica o Australia: allí apenas queda nada. Por no hablar luego, como digo en el artículo, de la viruela y el sarampión, que no se transmitieron ex professo, más que nada porque no se sabía que los americanos fueran tan vulnerables a ellas.

un saludo

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