(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Probablemente
seamos el único país de Occidente, tal vez del mundo, que ha
asimilado la leyenda negra que le endosaron sus enemigos históricos
como si fuera la palabra de Dios. Cuando en ese leyenda hay parte
real pero también exagerada. Vimos la semana pasada hasta qué punto
comulgamos con esa versión macabra de nuestra historia, como si
fuéramos el peor país que ha existido sobre la Tierra.
En
la conquista de América, con muchos capítulos brutales, no existen
demasiados aspectos nuevos. Es decir, los conquistadores españoles
repitieron el mismo patrón de otros imperios, como el romano. O como
el Islam, que no tenía ni cien años y ya estaba en los Pirineos. O
los aztecas. La definición de genocidio no cuadra en absoluto con lo
que pasó en el Nuevo Mundo, porque España no planificó una
eliminación total y sistemática de los indígenas. Recordemos que
la mayoría murieron involuntariamente por culpa de la viruela y el
sarampión, enfermedades que destruían las precarias defensas
biológicas de los americanos.
Hoy
mismo podemos hacer un simple cálculo para calibrar el grado de
destrucción: la presencia de indígenas. Ésta es muy superior en
Sudamérica que en Norteamérica o Australia, donde la carnicería
fue mucho más intensa. Y al menos los españoles contaban en sus
filas con voces muy críticas, como De las Casas. Se acercaría algo
más a la definición de genocidio la conquista mallorquina de Jaume
I, pero aquí la celebramos a todo trapo, orgullosos de la masacre.
Tras
el 12-O queda claro que son mucho más pesados los anti que los pro.
Los anti parecen más convencidos de lo suyo, y se manifiestan con
ardoroso énfasis. Curiosamente hoy muchos ateos son más dogmáticos
que los creyentes, y los de la leyenda negra más pesados que los del
imperio soleado. Tal vez porque confundimos el espíritu crítico con
un pelotón de fusilamiento (twittero o no) funcionando las 24 horas.
Al
final siempre es lo mismo: narcisismo. Que nos hace sentirnos lo
mejor o lo peor. El caso es no vernos, a nosotros ni a los demás,
con un mínimo de equilibrio. Siempre la furia arremetiendo contra
los otros o contra lo propio. Esencialismo puro. Culto a la
identidad, para consagrarla o destruirla.
2 comentarios:
¿Presencia indígena en sud-américa? haberla la hay, pero allá donde no conseguimos profundizar y no había oro, no lo olvidemos Dr.
En cualquier caso, ciertamente, lo del equilibrio no es lo nuestro.
En fin.
¡Salud!
Claro, no en todos los países sudamericanos hay la misma proporción de indígenas, pero en general hay bastante. Pero aún así sigue siendo válida la vara de medir con respecto a Norteamérica o Australia: allí apenas queda nada. Por no hablar luego, como digo en el artículo, de la viruela y el sarampión, que no se transmitieron ex professo, más que nada porque no se sabía que los americanos fueran tan vulnerables a ellas.
un saludo
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