(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
¿Qué
ha pasado con el balconning
este verano?
Apenas se ha celebrado ya esta tradición milenaria. Es el sino de
los tiempos: se pierden las costumbres más decentes
y arraigadas. A
cambio de balconning estamos teniendo espectáculo en Cort y
Govern. Pocos meses han tardado en cultivar generosas dosis de
vergüenza ajena. Si no han visto el bailecito atorrante tras la
anulación de la Ley de Símbolos, mejor sigan sin poner en riesgo su
salud, la arcada se escapa fácil ante semejante bodrio.
El
año pasado escribí en este periódico que sus señorías del
momento no practicaban otra cosa que parlamentarismo basura: un año
después, y aunque parezca increíble, la basura ha aumentado como en
ese capítulo de Futurama en que la mierda amenaza con
sepultar Nueva Nueva York (sic). Siempre se puede ir a peor. Pero
tranquilos: nuestras eminencias, que decían saber muy bien lo que
desea el ciudadano, van a acabar con el monolito de Sa Faixina, que
había sido reinterpretado hace unos años por Calvo. Prioridades de
trinchera. Luego los toros.
Al
margen de planteamientos propios del pensamiento mágico, acabar con
la tauromaquia no permitirá necesariamente, como creen algunos, que
seamos mejores éticamente. Porque la ética es algo que no se dirime
dentro de las plazas de toros sino que se da entre humanos, de la
misma manera que matar a un toro no es asesinato. Un taurino será un
miserable o una gran persona al margen de su gusto por las faenas de
Morante. De la misma manera, un antitaurino será una cosa u otra al
margen de su posicionamiento en este tema.
En
el caso balear, el principal perjudicado del decreto será Fornalutx.
Si yo fuera fornalutxer, creo que no encontraría otra solución que
adoptar el modus operandi de “la nueva política”:
la desobediencia. Si los podemitas y nacionalistas pueden impunemente
no acatar las leyes del Estado que no les gustan, no veo por qué
Fornalutx no puede hacer lo mismo a nivel autonómico, en algo mucho
más leve. Ey, y que no se le ocurra al Govern reprimir a los
defensores del correbou, no sea que Jarabo y Abril vayan a
pasar a la historia como fábricas industriales de taurinos y
españolistas.
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