lunes, 30 de noviembre de 2015

NO, WE KANT



(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Sólo en España podía ser Trending Topic durante todo el viernes, incluso superando la matraca del Black Friday, afearle a dos posibles presidentes del gobierno su desconocimiento de Kant una población no sólo refractaria a la metafísica sino a la cultura en general. Pero para esos linchamientos existe Twitter. A alguien hay que apalear, ¿no? Las redes sociales sin duda son el reino de la filodoxia (“amor a la opinión”), término que usaba Kant, por cierto.
Es evidente que Rivera se equivocó al ponderar a quien no conoce, además de destacarlo como “gran jurista”, lo que me recuerda esa coña (o no) que se contaba en mis tiempos de filosofero en la UIB: algún ejemplar de la Crítica del juicio de Kant sesteaba en la biblioteca de Derecho. Pero es peor lo de Iglesias porque él sí tiene ínfulas de intelectual y además es profesor universitario, nada menos que en la Complutense. En el debate recomendó un libro del que evidentemente no ha visto ni las tapas, porque nadie que haya siquiera ojeado la Crítica de la razón pura se equivocaría de esta manera tan lamentable con un título célebre.
Pero eso les pasa por apuntarse a la todología insolvente que es la pauta de nuestros tertulianos, la crème de la crème de nuestra cultura. Lo que está claro es que ninguno perderá un solo voto por este lapsus. Estamos en España, queridos, el país donde no leen a Kant ni los licenciados en filosofía, que hacen toda la carrera con apuntes.
El caso es que el nivel intelectual de nuestros políticos, salvo extrañas excepciones (servidor, ¡el único candidato que sí ha leído a Kant! Y así me fue...), es para pegarse un tiro. Mejor dos, por si falla el primero. Yo todavía sigo en tratamiento psiquiátrico intensivo después de mi traumática experiencia como público en el Parlament el año pasado. Luego escuchas a Pedro Sánchez, que no sabe lo que es un iconoclasta (¡ni nada!), y sólo esperas de él que acabe como su tocayo Warren, el de Les Luthiers: que el FBI lo retenga una larga temporada en Miami. De Rajoy de momento no diré nada, no tengo prisa para acabar preso.
Esta polémica al menos nos ha servido para saber seguro lo primero que hará el vencedor de nuestros superkantianos candidatos el 20D: enviar a los GEOs a Königsberg (hoy Kaliningrado) para rescatar la tumba de Kant de las sucias manos de Putin, ahora que el ruso anda despistado con los turcos.

lunes, 23 de noviembre de 2015

HERRAMIENTAS ÚTILES


 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Me paso los lunes despotricando invariablemente, abusando de unas ínfulas sermoneadoras que luego critico en los demás. “Siempre negatifo, nunca positifo”, que diría Van Gaal. Para tratar de redimir un poco mi insufrible tendencia fiscalizadora, hoy intentaré ser más amable, aplaudiendo iniciativas útiles que pueden aportar resultados muy positivos a nuestra sociedad.
Por ejemplo, la Fundació Jaume III. En contra de lo que aseguran nuestros talibanes con barretina, está realizando una labor rigurosa en pro de la riqueza lingüística, esto es, en defensa de las modalidades baleares del catalán. Con una labor esforzada y diaria, ha aportado unas herramientas muy útiles a nuestra sociedad. Su libro de estilo, sin ir más lejos, publicado en febrero.
Esta misma tarde (19'30), en el Centro Cultural Sa Nostra, se presentará otra herramienta utilísima, sobre todo para aquellos que desconocen o han ido olvidando las especificidades del mallorquín: un traductor automático castellano-mallorquín. El principio que alienta a la fundación es la defensa de una idea de pluralidad, tanto cultural como lingüística. Si en Argentina no tienen porqué dejar de utilizar su dialecto en beneficio del castellano de España, en Baleares, sobre todo en los medios de comunicación de nuestra comunidad autónoma, no tiene sentido perder la riqueza del idioma mimetizando un forzado estándar del Principado, cuya implantación en Baleares tiene más de político que de lingüístico.
Precisamente sobre esto último tratará el próximo material que ha preparado la fundación. Se trata de un libro exhaustivo y minucioso, realizado por un servidor y Joan Font Rosselló, que analiza las raíces del catalanismo en Baleares, su estrategia para hacerse con el control de la educación y la cultura, y la realidad de sus intenciones políticas.
Otra herramienta muy útil, en un tema diferente, la ha llevado a cabo Robert Busquet. Me refiero a su tratado sobre la fusión de municipios (para Baleares), que se ha aplicado en toda Europa salvo España y Francia. Busquet ha analizado detalladamente cada elemento de este proyecto que ahorraría dinero a la ciudadanía, a la vez que agilizaría el funcionamiento de la administración y superaría absurdas rencillas pueblerinas. En nuestro país sólo defiende esta necesaria medida Ciudadanos. UPyD lo secundó cuando era un partido, antes de transformarse en una sombría secta mesiánica.

lunes, 16 de noviembre de 2015

LA RABIA DEL FRACASADO


 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Esta semana, y tras muchas cautelas de orden psicológico, al fin me había decidido a dedicarle unas líneas a lo de Cataluña. Pero los atentados de París han tenido, como único efecto positivo, apartar de mí este cáliz. La realidad más atroz siempre realza lo que de verdad importa y, desde luego, las peripecias penosas de Mas & co. con la desconexión de no se sabe muy bien qué enchufe se revelan como lo que son: una mamarrachada adolescente.
La Alianza de Civilizaciones potenció nuestra mentalidad claudicante y penitencial, un intento de hacernos perdonar la condición occidental. Ahí tenemos a esas supuestas lumbreras vinculadas al podemismo siempre escurriendo el bulto, desviando las responsabilidades y otorgando cierta legitimidad a los crímenes. Los terroristas deben estar encantados con tanto tonto útil que les construye un marco legitimador a medida. Lo peor es que lo viven como si fuera la destilación más sublime de la moral, cuando es la inmoralidad más abyecta posible. Pretenden que sea depurada lucidez lo que no pasa de mecánica repetición de clichés. Para ellos, estos atentados son sólo distracciones de su patología maniquea, de su obsesión diaria contra Occidente. 


Quedémenos con lo esencial: los terroristas son débiles. Son y se sienten muy frágiles en sus convicciones, de ahí la multiplicación loca de sus crímenes. Cuando uno se siente inseguro, se pone en guardia, extrema la agresividad. Lo reconocía Jorge Lorenzo el otro día: de chaval se sentía muy expuesto, por eso decía tonterías desafiantes para reafirmarse. ¿Quién ladra más: el perro pequeño o el grande?
El filósofo esloveno Slavoj Zizek escribió las líneas más lúcidas a cuenta del atentado de Charlie Hebdo: los terroristas islámicos no son como los amish, por ejemplo, encerrados en sí mismos, ajenos al resto del mundo. Estos psicópatas se sienten inferiores, los fascinamos. De hecho, no confían en la supuesta superioridad de su cultura, de ahí la furia desmedida de sus arremetidas: “uno puede sentir que, en la lucha contra el otro pecador, están luchando contra su propia tentación”. El viernes atacaron el mundo del ocio de la Babilonia europea: el alcohol, el tabaco, la diversión, el sexo, la música. Su código moral es la pureza criminal, arrasar toda forma del bendito hedonismo.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

OBITUARIO GLUCKSMANN (EL MUNDO)



Por lo visto, últimamente ser pensador francés es una tarea de alto riesgo, si tenemos en cuenta que hace una semana nos dejó René Girard y la noche del pasado lunes André Glucksmann. Por la cuenta que les trae, Bernard-Henri Lévy, Alain Finkielkraut y Pascal Bruckner deberían hacerse un chequeo médico urgente esta misma semana.
André Glucksmann formó parte de una generación de pensadores franceses, muchos de origen judío (como los tres citados anteriormente), llamados Los Nuevos Filósofos, que pasaron en los años 70 del comunismo a posturas muy severas con la extrema izquierda. Siguieron la estela crítica de Solzhenitsyn con el mundo concentracionario de la URSS y sus satélites al otro lado del Telón de Acero, como también la línea lúcida de Orwell, Camus o Koestler, y eso alteró drásticamente sus posturas políticas. Finalmente acabó defendiendo la invasión de Irak, estrechó relaciones con el poder (muy cercano a Sarkozy) y fue muy crítico con Putin y el extremismo islamista. Fruto de una personalidad mediática que cultivaba la polémica como ejercicio intelectual, no dejó un charco sin pisar. No ha sido el caso de filósofo ermitaño que se dedica a cuestiones muy específicas de la metafísica aristotélica, por ejemplo, sino que se sumergió gozosamente en la vorágine de la realidad. De ahí uno de sus libros más conocidos, La fuerza del vértigo (1983), donde mostraba sus preocupaciones, nacidas ya en los años 60, por el peligro atómico. Consecuencia de su espíritu epatante son el título resultón de varios de sus capítulos: El evangelio del misil o Carta a los obispos americanos para iniciarlos en la segunda muerte.
Nacido el 19 de junio de 1937 en Boulogne Billancourt, muy cerca de París, de familia judía procedente de Austria, trabajaba con Raymond Aron cuando se produjeron las revueltas estudiantiles de 1968, en las que participó activamente en clave maoísta. Tras la caída de la venda marxista, dedicó varios libros, La cocinera y el devorador de hombres (1975) y Los maestros pensadores (1977), a analizar y desmantelar las raíces intelectuales del gulag, según él representadas por Platón y Hegel. Aunque en ocasiones sacrificaba cierto rigor académico en pro de la voluntad de impactar al lector, hay que reconocer que fueron obras muy necesarias para que toda una generación europea confrontara la realidad concreta de los ideales que había defendido hasta ese momento. Como señala Camille Paglia, “los caminos que salen de Rousseau conducen a Sade”, y es que desde una supuesta voluntad de emancipación lo que se acabó conquistando en la URSS, China, Europa del Este, Cuba y un largo etcétera fue una servidumbre blindada que de alguna manera hoy, a veces pretendidamente bajo otras formas, sigue “cultivando su ceguera”.
Su línea de pensamiento desde los años 70 fue una crítica severa a todos los totalitarismos. Primero, como hemos dicho, enfocó su análisis al mundo comunista, todavía muy vivo por entonces, y en años más recientes, tras la caída del Muro de Berlín y sobre todo después de los atentados del 11-S en Nueva York y Washington, al islamismo terrorista. También fue muy crítico con dirigentes autoritarios de nuestro entorno, como Vladimir Putin, habitualmente bien tratado en el Elíseo. Glucksmann ha sido uno de los intelectuales que con más valentía ha criticado al Kremlin, pues fue de los pocos que se dedicó a desentrañar y dar a conocer el conflicto de Chechenia. Mientras que la mayoría de intelectuales occidentales sólo fiscalizaban las políticas de Israel y EEUU, el francés subrayaba la jerarquía moral de unos bombardeos salvajes que no permitían ostentar ningún pedigrí en los cenáculos biempensantes de Europa. Recordemos que Grozni fue arrasada por los aviones de Putin en el año 2000, ante un olímpico silencio europeo, movimientos sociales incluidos, que estaban más ocupados manifestándose contra Israel en plena segunda Intifada, aunque el índice destructivo fuese infinitamente menor que el de Chechenia.
Al islamismo dedicó una de sus obras más célebres, Dostoievski en Manhattan (2002), donde consideraba que los crímenes de los yihadistas eran un ejemplo claro de nihilismo, algo en lo que no todo el mundo estuvo de acuerdo. Como señala Scott Atran, la característica de los terroristas islámicos es que están tremendamente concienzados, tienen un credo que defienden hasta el final. Otra cosa es que su estrategia del terror sea muy destructiva, y en esa idea de que la “la violencia solidariza”, de la unión que genera su ejercicio, coincidía plenamente con René Girard. Sí podrían llamarse nihilistas, en la línea de Glucksmann, esa intelectualidad occidental que reniega de sus mejores principios en aras de un relativismo mal entendido que siempre beneficia las iniciativas más letales.
También dedicó un interesante libro a consideraciones relacionadas con la religión y el ateísmo, como La tercera muerte de Dios (2000), donde se plantea la cuestión consoladora de la creencia. Reconociendo que prácticamente sólo Europa ha dejado algo atrás el vínculo con Dios, en favor de la democracia laica, en el resto del mundo la religión sigue todavía muy presente, incluso más que nunca, con despertares que nos han llevado “de la fe al furor”.
A diferencia de Girard, más vinculado a EEUU que a Francia, la muerte de Gluscksmann ha sido lamentada por el poder político francés, con quien tuvo más tratos que el de Aviñón. Desde Hollande a Manuel Valls, se ha señalado su valía con las habituales palabras hinchadas que nuestra política exhibe sin rubor.
Glucksmann falleció la noche del lunes en París a los 78 años.

lunes, 9 de noviembre de 2015

HOMBROS GIRARDIANOS


 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Descubrí a René Girard en la primavera de 1999. Había visto algo interesante sobre él en un texto de Carlos Gurméndez y me empujó finalmente a leerlo un pasaje del interesantísimo Una defensa del masoquismo de Anita Phillips. Estaba cursando tercero de Filosofía en la UIB. En la biblioteca de nuestra universidad, que nunca se ha caracterizado por un excesivo y selecto fondo de armario, tenían de Girard Literatura, mímesis y antropología, y también La violencia y lo sagrado. Comencé por este último, editado en Anagrama como la mayor parte de las obras del franco-americano.
De inicio me quedé con la cuestión del sacrificio; ya más adelante fui profundizando en las sutilezas del phamarkon (a la vez, el veneno y su antídoto) derridiano, la ambivalencia fundamental de las cosas. Girard analizaba descarnadamente las 'ventajas' de la violencia sacrificial: el deseo de unanimidad dirige el puñal de los verdugos. El fanatismo como aquello que, exterminando toda pluralidad, aleja la depresión y la incertidumbre. De ahí la fascinación que genera la fuerza, la adicción a las formas de dominio, casi hasta el punto de que “si uno no mata, nadie lo toma en serio” (Coetzee). 


A veces digo que Girard me salvó la vida. Yo andaba por esa época obsesionadísimo con las aristas fascinantes y suicidas del hombre del subsuelo de Dostoievski: Raskolnikov y su forma demente de ver el mundo, trastornado por una rabia insondable. Si no llego a leer esa primavera su análisis crítico y clarividente de las pulsiones subsuelíticas, difícilmente habría llegado a la treintena. Todavía hay gente que hoy me considera un exaltado, pero lo de ahora no es nada comparado con esa época.
Al final siempre me quedo en terreno de nadie. ¡Desarraigo, ven a mí! Girardianos en España hay pocos, y nunca he llegado a mantener relaciones estrechas con ellos, tal vez porque he enfocado la obra de Girard desde un prisma filosófico, mientras que estos se decantan por una religiosidad muy explícita. He preferido replantear cuestiones que a veces Girard pretendía clausurar con simplificaciones que beneficiaban su sesgo católico. Sostener que Girard era en realidad, aun sin saberlo él mismo, uno de los últimos postmetafísicos, no permitía granjearse entusiasmos en esos cenáculos.

sábado, 7 de noviembre de 2015

OBITUARIO DE RENÉ GIRARD (EL MUNDO)




EL DARWIN DE LAS CIENCIAS SOCIALES


Si en el siglo XX se ha multiplicado la especialización en el mundo del conocimiento, por contra también han florecido los intelectuales multidisciplinares. Pensadores como George Steiner, Gregory Bateson o el mismo René Girard, que articuló una obra de gran fuerza y profundidad a partir de diversos mimbres: literatura, filosofía, antropología, teología, psicología, sociología. Se atrevió con todo, ¡incluso llegó a consagrarle una obra a Clausewitz!, el militar prusiano tan citado pero apenas leído. Se le ha conocido como “el Darwin de las ciencias sociales” (Serres) porque consiguió desvelar las capas más profundas de la esencia humana mediante una idea que explicita nuestra evolución cultural. Sus ambiciones parecían de otra época: una tesis totalizadora que nos ofreciera el máximo de respuestas posibles.
Nació en Aviñón el día de Navidad de 1923. Tras la Segunda Guerra Mundial se trasladó a los EEUU, donde desarrolló su carrera docente en diversas universidades, retirándose en 1995 como profesor de Stanford. En gran parte desligado de los cenáculos intelectuales de Francia, escrib casi toda su obra en su lengua materna, y hace 10 años fue nombrado miembro de la Academia francesa.
Debutó en 1961 con Mentira romántica y verdad novelesca, donde plantea la cuestión motora de su pensamiento: el deseo mimético. Redefiniendo a Kojève y Freud, y estimulado por la obra de Cervantes o Proust, disecciona el deseo triangular (sujeto-objeto-modelo) que destruye las quimeras románticas del desear ingenuo que busca siempre un fantasma: autonomía, invulnerabilidad. No deseamos algo por su valía intrínseca sino por el prestigio que le confieren aquellos que lo poseen, y a los que secretamente imitamos. Se da la ambivalencia de que nuestros modelos más apreciados se acaban convirtiendo en lo más odiado, porque se transforman en nuestros rivales. Las tensiones cruzadas que genera en la sociedad esa fuerza mimética (todos contra todos) ponen en marcha dispositivos de drenaje como el chivo expiatorio (todos contra uno), un individuo o colectivo que permite, siendo primero demonizado y después eliminado, la vuelta a la unanimidad grupal y al orden cultural. Al final del ciclo mimético sacrificial vuelve a reaparecer la ambivalencia porque, al ver las ventajas que ofrece su exclusión, lo odiado acaba siendo divinizado. Esto sobre todo sucedía en las sociedades antiguas, pero gran parte de ese esquema inconsciente sigue presente en nuestras vidas en pleno siglo XXI.
Convertido al catolicismo en los años 50, en La Violencia y lo sagrado (1972) da el salto de la literatura a la antropología. Se trata de su texto más filosófico, y en él ocupa un lugar importante la tragedia griega, desvelando aspectos de sus principales obras que permanecían veladas. En 1978 llegó su obra más estructurada, El misterio de nuestro mundo, donde mostró claramente su vinculación intelectual con el cristianismo. Ahí fue desgranando uno a uno los temas principales de su teoría, incidiendo en una original exégesis bíblica que evidencia la poderosa línea hermenéutica de defensa de las víctimas de la cultura judeocristiana.
Asentados los principios de su obra, Girard cultivó una ferviente apologética católica, con La ruta antigua de los hombres perversos (1985), Veo a Satán caer como el relámpago (1999) o Aquel por el que llega el escándalo (2002), en las que plantea sin ambages el “triunfo de la cruz” contra las modernas operaciones sacrificiales y encubridoras de los sistemas míticos.
Su eco en España ha sido extraño pues, a pesar de que la mayoría de su obra está traducida al castellano, su recepción ha sido tímida. Le dediqué mi tesis Hacia una fenomenología del desarraigo (2012)
Falleció este miércoles en California a los 91 años.

lunes, 2 de noviembre de 2015

CREDOS ESTERILIZADORES



(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

En nuestra ingenuidad, sospechábamos que una vez superada (aparentemente) la primacía de lo religioso, finalizarían en consecuencia los sermones, y los dogmáticos apóstoles de la pureza se retirarían a sus cuevas o columnas, como la de Simón el Estilita. Pero resulta que ha sucedido exactamente lo contrario. Ya decía Chesterton que cuando se deja de creer en Dios uno se entrega a cualquier creencia, incluso las más ridículas y banales.
Yo soy agnóstico, entiendo que dejar atrás la fe religiosa implica un importante avance cognitivo. Pero si nos dedicamos simplemente a intercambiar, muchas veces a peor, el objeto de devoción, no progresamos en absoluto, aunque nos sintamos muy emancipados. Ahora tenemos sermoneadores full time para todo. Cual agujeros negros supermasivos, nada escapa a la viscosa gravedad de los credos de inocencia esterilizadora.
Hoy tenemos la mayor esperanza de vida de la historia, 82'4 años en España, séptimos del mundo. Casi nada. Sin embargo, la percepción de los peligros de la salud son cada vez más exagerados, incluso histéricos. Es propio de nuestra psique contemporánea: dopar una sentimentalidad que ahoga la facultad racional. Le tenemos miedo a todo, un pánico atroz.
Vale que el análisis de la OMS se ha sobredimensionado por parte de unos medios que, estos sí, cada vez son más cancerígenos para nuestras neuronas. Su tendencia al efectismo y a la simplificación son insoportables, una náusea descontrolada y autocomplaciente. Pero la OMS tampoco puede quedar libre de crítica, pues no se entiende que la carne roja comparta la misma categoría ¡que el plutonio! Recordemos que sus criterios hace tiempo que generan grietas en su credibilidad. Cuando la gripe A, no se les ocurrió otra cosa que cambiar la definición de pandemia para obligar a los países a comprar cantidades astronómicas de vacunas para tratar una enfermedad que finalmente fue de medio pelo.
No creo que sea demasiado malpensado al sospechar que un sesgo pro-farmacéutico, grandes beneficiadas del entuerto (y conste que no soy un conspiranoico anti-farmacias), distorsionó el dictamen de la OMS. Tal vez ahora hayan preferido redimirse de sus vínculos con cierta industria propiciando el derrumbe de otra, quién sabe. Pero la bipolar ley de la compensación es sinónimo de equivocación antes y también después.
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