¡Estos
científicos son la leche! Siempre a sueldo de la Troika, el Club
Bilderberg y el Real Madrid, ahora se sacan de la manga eso de las
ondas gravitacionales de un tal Einstein (¡sionista!, seguro) para
desviar la atención de los asuntos de verdadera enjundia: los
titiriteros, El Rubius, el gallinero del Congreso, los chemtrails o
el enésimo intento de las farmacéuticas para matarnos a todos.
Menos mal que hace unas semanas hice un cursillo de sanación
psicosideral chamánico y puedo comunicaros sin duda que nos engañan
y que... (fin de la melopea).
13.800
millones de años
después del Big Bang,
desde un
rincón minúsculo de un
universo prácticamente infinito
hemos conseguido dar con una ventana al cosmos, un
mensajero galáctico del
conocimiento. Un
prodigioso logro
científico y también tecnológico. Pero
estos descubrimientos, como pasara hace 4 años con el bosón de
Higgs, no se celebran como debería. Porque
aunque sean esenciales
material e
intelectualmente, no
aportan combustión alguna a nuestras ideologías. Carecen
de significados
clausurantes
que nos faciliten
demonizar a otros y acercarlos
al mundo de los
muertos, como un entrañable abertzale
local me dejó caer esta semana en
Facebook por una
discusión bastante civilizada con un tercero.
Cualquier cosa vale para el guerracivilismo. Mejor si no se trata de Gran Política, sino de esos asuntos mucho más de andar por casa llamados “temas posicionales”, que siempren están teñidos de antagonismo. Aunque anda tan excitado el corral que incluso el civilizadísimo cricket sería una munición aprovechable para esta nueva recreación de nuestro eterno y estéril cainismo.
La
ciencia, al menos la del siglo XXI, con criterios más objetivos que
nunca y multitud de proyectos en los que se coordinan decenas de
países (el CERN de Ginebra o, en este caso de las ondas, el LIGO, en
el que participan 16 estados, incluida la ayuda de nuestra UIB), en
su universalismo no permite ser utilizada como munición para la
guerra identitaria, para la trifulca doctrinaria. “Es más
facil desintegrar un átomo que un prejuicio”, aseguraba
precisamente Einstein.
En
España no interesa algo que permita apuntalar la excelencia de
conciliadores proyectos colectivos, de empresas útiles en las que
todos salgan ganando. Mejor quedarse varados en la disensión de
supuestos derechos históricos, modelos maniqueos de suma cero o la
supremacía de una ideología u otra. Un enfrentamiento civil
continuo deseoso de pasar de las palabras a los hechos. Por eso las
ondas gravitacionales sólo nos han interesado un ratito para ciertos
memes en Twitter y alguna gracieta en prensa.
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