lunes, 15 de febrero de 2016

ONDAS GUERRACIVILISTAS


 (artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

¡Estos científicos son la leche! Siempre a sueldo de la Troika, el Club Bilderberg y el Real Madrid, ahora se sacan de la manga eso de las ondas gravitacionales de un tal Einstein (¡sionista!, seguro) para desviar la atención de los asuntos de verdadera enjundia: los titiriteros, El Rubius, el gallinero del Congreso, los chemtrails o el enésimo intento de las farmacéuticas para matarnos a todos. Menos mal que hace unas semanas hice un cursillo de sanación psicosideral chamánico y puedo comunicaros sin duda que nos engañan y que... (fin de la melopea).
13.800 millones de años después del Big Bang, desde un rincón minúsculo de un universo prácticamente infinito hemos conseguido dar con una ventana al cosmos, un mensajero galáctico del conocimiento. Un prodigioso logro científico y también tecnológico. Pero estos descubrimientos, como pasara hace 4 años con el bosón de Higgs, no se celebran como debería. Porque aunque sean esenciales material e intelectualmente, no aportan combustión alguna a nuestras ideologías. Carecen de significados clausurantes que nos faciliten demonizar a otros y acercarlos al mundo de los muertos, como un entrañable abertzale local me dejó caer esta semana en Facebook por una discusión bastante civilizada con un tercero.

Cualquier cosa vale para el guerracivilismo. Mejor si no se trata de Gran Política, sino de esos asuntos mucho más de andar por casa llamados “temas posicionales”, que siempren están teñidos de antagonismo. Aunque anda tan excitado el corral que incluso el civilizadísimo cricket sería una munición aprovechable para esta nueva recreación de nuestro eterno y estéril cainismo.
La ciencia, al menos la del siglo XXI, con criterios más objetivos que nunca y multitud de proyectos en los que se coordinan decenas de países (el CERN de Ginebra o, en este caso de las ondas, el LIGO, en el que participan 16 estados, incluida la ayuda de nuestra UIB), en su universalismo no permite ser utilizada como munición para la guerra identitaria, para la trifulca doctrinaria. “Es más facil desintegrar un átomo que un prejuicio”, aseguraba precisamente Einstein.
En España no interesa algo que permita apuntalar la excelencia de conciliadores proyectos colectivos, de empresas útiles en las que todos salgan ganando. Mejor quedarse varados en la disensión de supuestos derechos históricos, modelos maniqueos de suma cero o la supremacía de una ideología u otra. Un enfrentamiento civil continuo deseoso de pasar de las palabras a los hechos. Por eso las ondas gravitacionales sólo nos han interesado un ratito para ciertos memes en Twitter y alguna gracieta en prensa.

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