lunes, 8 de febrero de 2016

REFLEXIONES SUICIDAS



(artículo publicado hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Hace unos días se mató el mejor chef del mundo (según La Liste), Benoit Violier, 44 años, propietario del restaurante Hotel de Ville de Crissier. Y no lo hizo tras haberse descabalgado de la gloria, sino en el epicentro de la misma. No es el primer caso en este mundillo tan mediático y ultracompetitivo.
En estos últimos años el suicidio ha diluido algo su condición de tabú en los medios de comunicación. Después de considerarse temerosamente que la información de estos casos produciría un efecto mimético que multiplicara las muertes de aquellos que “levantan la mano contra uno mismo”, como escribiera el insigne suicida Jean Améry, ahora se está convirtiendo en una cuestión presente en nuestros medios. Hasta el punto de reconocerse su condición de importante problema social.
Nos preceden décadas, incluso siglos, de ocultamiento de esta realidad, fruto de la vergüenza (casi se prefiere reconocer la condición de asesino que de suicida en un familiar o amigo) y el temor. Prácticamente todas las culturas demonizaban el suicidio, en parte porque significa una transgresión individual de la tutela colectiva. De hecho, países comunistas como la RDA no ofrecían datos, por lo que pudiera entrañar de crítica al sistema que una serie de gente decidiera borrarse del 'paraíso'.
En España se matan unas 10 personas al día y lo intenta más de un centenar. Aunque parezcan cifras elevadas, comparados con otros países son de las más bajas de Europa. Pero no cantemos victoria: no me extrañaría que este prolongado y bizarro proceso de investidura que padecemos dispare los casos hasta niveles de los países nórdicos o Hungría.
En el mundo de la suicidología se dan varias circunstancias en todas partes (salvo en China): los hombres se suicidan tres veces más que las mujeres. Sin embargo, ellas practican las tentativas de autolisis en superior medida. La mayoría sin éxito, claro. Primero porque en estos casos matarse no suele ser el verdadero objetivo, sino utilizar su dramatismo para otras finalidades. También porque el método femenino habitualmente es menos letal e irreversible que el masculino: si ellos se decantan por las armas de fuego o lanzarse por un acantilado, ellas prefieren las pastillas.
Otro elemento a tener en cuenta, en este caso relacionado con el citado chef francés, es el perfeccionismo. En muchas situaciones los suicidas son idealistas que ven fracasados sus proyectos, o son víctimas preventivas del pánico a caerse del podio. Lo curioso es que en general los depresivos se suicidan mucho menos de lo que se piensa.

2 comentarios:

PENSADORA dijo...

Será, oiga usted, que me suena este tema... mmm... 2008 o 2009 cuando ya lo comentamos??

Como entonces, hoy sigo de acuerdo con usted.

Johannes A. von Horrach dijo...

Pens, ya sabe que esto de la autolisis es un clásico en este antro, jejejej. ESto y la mujer ctónica, marca de la casa.

un saludo

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