lunes, 27 de marzo de 2017

DÉJÀ VU



No oigo bramar estos días al coro de plañideras que en otoño denunciaba una especie de apocalipsis por el retraso de la hora. Qué matraca nos dieron sus finas eminencias. Pero les recuerdo que el horario artificial introducido por supuestos motivos energéticos en 1974 por la UE comenzó ayer y acaba a finales de octubre. No es la anomalía, como acostumbran a lamentar torticeramente, el horario invernal, el usual, de octubre a marzo (que fue de septiembre a marzo hasta 1996).
En su confuso auxilio han contado con la inestimable colaboración de gran parte de la prensa, tan rigurosa como acostumbra, y de todos los insignes partidos del Club de la Comedia de las Cariátides, también conocido como Parlament balear, que nos quieren endilgar el huso de Moscú. Algunos de ellos en abierta contradicción con sus superiores en Madrid, que defienden el regreso a Greenwich, como nos toca por posición geográfica. Ojos para no ver, oídos para no escuchar e información para desinformarse, no hemos cambiado mucho desde esos tiempos evangélicos de los sepulcros blanqueados.
Igual sucede con la ya mundialmente célebre pelea de padres en Alaró. Qué sorpresa, ¿no? Si algunos descubrieron con el asunto del ‘mamading’ que en Punta Ballena no se reúnen los hooligans para leer a Proust y remojar magdalenas en delicadas tazas de té, ahora va a resultar que no sabíamos cómo se las gasta el personal en los patatales futbolísticos de la isla. Especialmente en Alaró, punto negro del fútbol mallorquín desde hace mucho tiempo, y donde hace pocas semanas ya se la armaron al Andratx. Entre otras anécdotas, unas más cafres que otras, contaré que a un primo de mi padre, árbitro de Tercera hace más de 20 años, lo retiraron en ese mismo terreno de juego tras ser lapidado por los cordiales aficionados locales. Tras unos días simulando un poco de fair play, ahora le endosan la culpa al árbitro y a los padres del Collerense. Y convierten al delegado alaroner, que al parecer embistió al colegiado y no quiso llamar a la Guardia Civil cuando tocaba, en todo un Mahatma Ghandi.
Somos hijos putativos del capitán Renault en Casablanca: “¡Qué escándalo, aquí se juega!”. Por eso también nos indigna que alguien sugiera la existencia de corrupción en ese mundillo del balón esférico. ¡Vade retro! En una sociedad tan aseada como la nuestra, algo como el fútbol, que mueve tantísimo dinero, sectarios intereses políticos e inflamados orgullos regionales, es ontológicamente imposible que genere manipulaciones o chanchullos. Si el rugby, por ejemplo, en su lúcida mecánica permite drenar las pasiones y sublimar la hostilidad, el fútbol se decanta justo por lo contrario: multiplicar la gresca y el cinismo. 

 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

lunes, 20 de marzo de 2017

DESEO DE ENTROPÍA


 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Durante un tiempo ostentó cierto éxito en las ciencias sociales un concepto procedente de la física: la entropía, el segundo principio de la termodinámica. Es decir, el desequilibrio que se produce dentro de un sistema, su dinámica hacia el desorden, la búsqueda de un nuevo orden que se impone reseteando. La entropía es irreversible en sistemas aislados, pero podría controlarse en ámbitos de mayor apertura.
Sin embargo, nuestra entropía no es tanto material (ya me referí a la razonable salud de los datos de nuestra realidad) como mental. Es el nuestro un desorden psicológico, interior, buscado. Demasiadas veces confiamos en la legitimidad objetiva de los conflictos, cuando la mayoría son artificiales, generados por nuestros caprichos e inconsistencias. Y ahora, ante la falta de un apocalipsis inmediato que nos encare, lo invocamos con fanática insistencia, manipulando datos, acorazando identidades, generando desde los medios y la política estados adulterados de psicosis. Parece como si una mayoría se hubiera apuntado al “cuanto peor, mejor” leninista, metiendo toda la metralla posible en la caldera, con la esperanza de que estalle de una vez.
Hace poco en el Observatorio Astronómico de Costitx asistí a una sesión sobre asteroides. Todos los asistentes coincidíamos en algo: nuestro interés mórbido por una posible catástrofe, en este caso el impacto terrestre de un objeto estelar que eluda los controles. El ocurrente director del centro, Salvador Sánchez, nos tuvo que reconvenir con sorna: “¡Qué ganas tenéis de que pase un cataclismo!”.
Por si nos falla el amado meteorito destructor, o una buena tormenta solar, vamos adelantando la tarea demoledora desde dentro. En general, cualquier cosa nos sirve para la trinchera: un autobús, un carnaval, reinas magas, el día del padre, misas, etc. Somos geniales hormiguitas de la beligerancia, aprovechamos cualquier miga para la combustión de la pira sacrificial que la mayoría cobija en su mente.
Esta tendencia nos dirige a la simplificación, trágica pero no insospechada, que caracteriza una ansiedad por la incertidumbre de lo plural que nos satura. El sistema es complejo, los individuos ya no tanto. Si los antiguos griegos partían del colectivo para conquistar la individualidad, nosotros seguimos el camino contrario: buscamos afanosamente el calor anestesiante del grupo, el consuelo estéril de la indiferenciación.
Pero lo complejo no es una suma de elementos simples, sino que maneja otra lógica. No hay recetas seguras hacia redenciones o liberaciones, porque esos espejismos son de naturaleza entrópica, anhelan dogmas, un punto de fijación, un inmovilismo perpetuo. El hecho de que nuestro mundo occidental haya tolerado como ningún otro el desorden y la confusión, sin necesidad de renacer de cero, hace que el desafío en pro de la entropía vaya subiendo insensatamente su apuesta.

lunes, 13 de marzo de 2017

MARCA DE FANGO


El gran Joseph Brodsky escribió un libro precioso dedicado a Venecia, ciudad fetiche que él prefería visitar en invierno. Se titula Marca de agua, y deberían dejar todo lo que están haciendo ahora mismo para leerlo. Sin embargo, Brodsky no habría sido el escritor más adecuado para dar salida literaria al retrato que de Mallorca está ofreciendo el auto del caso Cursach. Mejor sicilianos como Camilleri y Sciascia, o el americano Jim Thompson. Nuestra perturbadora marca de fango autóctona lo merece.
Ahora que al fin se ha roto la omertà, hay ganas de escribir sobre Cursach y sus operaciones. Algunos medios, transmutados esta última semana en paladines de la decencia, llevaron el silencio tan a rajatabla que ni las delatadoras iniciales del implicado publicaban en su momento. Igual que el engaño del asunto Nadia se prolongó durante 8 años, lo insólito del caso Cursach no son tanto los delitos en sí sino que se dilataran con impunidad olímpica por espacio de tres décadas. El “preferiría no hacerlo” del Bartleby de Melville ejemplifica la actitud que han adoptado tantos años políticos, jueces y prensa, con la honrosa excepción de El MUNDO y el magistrado Penalva. Mejor esperar a que se pringuen otros, que luego los espabilados se sumarán con entusiasmo una vez que haya cedido el dique. Como casi siempre en Mallorca, el cinismo oportunista gana por goleada a la ingenuidad.
Eso sí, recordemos que Penalva no ha levantado aún el secreto de sumario. Es otra de nuestras anomalías. Si con Cursach desmelenado no se publicaba nada, ahora todos desmenuzan un sumario que supuestamente no es público, cuando se puede estar perjudicando a muchas personas: los testigos protegidos cuya identidad queda al descubierto, y también gente acusada por testimonios endebles que podría no ser responsable de nada punible. Pero las tenazas son más atractivas que el bisturí.
Ahora todos somos anticursaquistas y vituperamos sus males. Hasta el punto de que no me extrañaría que el propio Cursach se sacara de la manga un supuesto jefe superior, en la línea de El jefe de todo esto de Lars von Trier, y le endilgue las culpas. Un único culpable siempre consuela psicológica y moralmente. Muchos que ahora dicen, escandalizados, “¿cómo no se hizo nada mientras todo esto sucedía?”, son los que prefieren que se pase página con los desmanes de Sa Nostra, momento estelar que transforma el “no es no” en beso lúbrico que sella la podredumbre bipartidista.

A ver si se cumple el deseo de Esteban Urreiztieta, que hago mío fervorosamente, de que aparezcan las listas de periodistas que congeniaron con el universo Cursach. Caiga quien caiga. La marca de fango todavía puede subir mucho más, permanezcamos atentos.

 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

lunes, 6 de marzo de 2017

DIARIO DEL SUBSUELO


 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

Lunes. Cena con grandes amigos filósofos, comulgando con los brebajes de un vistoso alcohoaltar de Santa Catalina, tras saquear viandas orientales. Pocas cosas que celebrar, pero basta y sobra con el prodigio de la amistad, algo enigmático y extraño, única asignatura en la que no he fracasado en mi vida.
Martes. Més sigue siendo fiel a sí mismo, presumiendo de granítica coherencia. En el Parlament presentan una encendida defensa de la libertad de expresión, a cuenta del caso Valtonyc. Quedan con justicia excluidos de esta apelación a la parresía personajes siniestros como un servidor, para cuya boca los pesemeros pedían en septiembre la mordaza de su nueva ley LGTBI. Lo mío era mucho menor que lo del rapero, pero mi infecta naturaleza me sentencia a priori. Bien está.
Miércoles. El Día de Baleares, ¡todos a cubierto, la identidad acecha! No queda más remedio que convivir con las identidades colectivas, pero no sé si es buena idea eso de hacerles homenajes. Aunque la identidad balear tiene algo que la hace especial: nadie se la cree. Pero también en estos casos espectrales sigue vivo el culto alienante a la autoctonía, la tierra baldía que sólo deja “imágenes rotas donde el sol golpea” (Eliot).
Jueves. Síntoma del cachondeo de nuestros tiempos, la poco democrática Cámara de los Lores le da una lección de fair play, inteligencia y dignidad a la supuestamente democrática Cámara de los Comunes. Los Lores al final podrían ser el último dique del saludable elitismo británico, ahora que los hooligans han asaltado los cielos y consolidan disparates irreversibles, demostrando que los plebiscitos no solucionan los problemas sino que incluso los agravan.
Viernes. Días después de su inimaginable detención (tengo que escribirlo dos veces para creerlo: ¡Detención!), Cursach entra en la cárcel. Quién sabe si al final tendremos que redefinir nuestro lema “islas de corruptos” en favor de un “islas de fiscales y jueces que trincan a los corruptos”. No me acabo de fiar de que esto acabe bien, pero ahí tenemos el milagro de retener ya casi 4 años a Munar en la jaula. Como Planas Bennásar, nunca he pisado Territorio Cursach. Ligero consuelo de habitar el subsuelo: no contribuyes ni con medio euro al triunfo de lo que Cursach representa.
Sábado. La raza de los titanes antisistema ya no es lo que fue. El fiero Valtonyc que desea liquidar a alguien para justificar su pena judicial tiene sus cuartos, además de una hipoteca (¡con sólo 23 años!), nada menos que en el Deutsche Bank, el epicentro neurálgico del statu quo. Juraría que en el Manual del Buen Revolucionario a estas actividades no se las llamaba revolucionarias sino pequeñoburguesas. Pero seguramente me equivoco.

jueves, 2 de marzo de 2017

TIPOS DE SUICIDIOS




Decía Camus que el único problema en verdad serio es el suicidio. En parte por lo que supone de autocrítica llevada al extremo, pues los fanáticos no se matan. Sólo los yihadistas, pero si antes se llevan por delante al mayor número posible de individuos. En Baleares se suicidaron 93 personas en 2015, según los últimos datos publicados, y 3.602 en toda España. Piénsenlo: de media, cada día se suicida una decena. Así a pelo parecen muchos, ¿verdad? Pues realmente son pocos si los comparamos con otros países europeos, ya que estamos bastante por debajo de la media de nuestro entorno.
También se produce este equívoco en el caso de los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas o ex-parejas. Es cierto que 2017 ha comenzado fatal en este sentido, pero la prensa apenas ha recordado que el pasado 2016 padecimos las cifras más bajas en una década. Más aún, y en eso también el silencio de los medios es notorio, resulta que no somos el peor país de Europa en este tema, como podría parecer, sino que incluso estamos entre los que soportan menos asesinatos de mujeres. Nos superan con creces Alemania, Francia, Italia o Reino Unido. No es un consuelo, obviamente, pero contextualiza nuestra verdadera situación.
Y hablando de suicidios, no quisiera dejar de lado las denodadas tentativas autolíticas del PSOE nacional y el PP balear. En ambos casos tenemos a un walking dead que regresa al circuito para vengarse de sus verdugos, y un enfrentamiento desprovisto de ideas pero que revigoriza el gen cainita que nos caracteriza.
En el PSOE en concreto está pasando lo peor que podía sucederles. Tras el terrible pero divertidísimo aquelarre de Ferraz en octubre, lo que no debía producirse de ninguna manera es que se presentaran a las primarias el fracasado Sánchez y la quemada Susana Díaz. Pero justamente es eso lo que está sucediendo, en una dinámica de combate que llegará a ser tan brutal, cuando se acerque el día de las votaciones, que gane quien gane el partido quedará roto en dos. O al menos muy tocado de cara a unas nuevas elecciones, que el artero Rajoy podría convocar poco después del colapso de su rival.
Lo de los psocialistas fascina como cuando ves embobado el derrumbe con dinamita de un edificio. Desde que llegó ZP, no han dejado de tomar las decisiones más autodestructivas posibles, salvo algún puntual acierto. Y en esa línea promocionando a lo peor que tenían en plantilla, en una selección infalible de mediocridades que no podía depararles un futuro saludable. Esperemos que el suyo no sea un “suicidio ampliado” y se lleven con ellos al país entero.

 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)
Related Posts with Thumbnails