lunes, 3 de abril de 2017

QUINTACOLUMNISTAS INESPERADOS



La política española es lo menos meritocrático que podamos imaginar. Ya sabemos que ahí no prosperan los mejores, pero además resulta que los éxitos casi siempre se deben a errores del rival. Viendo la incompetencia existente, lo habitual cuando uno se arriesga y toma decisiones es que la pifie. Será por eso que el Pacte estaba tan ilusionado con la victoria en el congreso del PP balear de un Bauzá al que deben esta legislatura y al que viciosamente le encomendaban cuatro años más. Pero no podrá ser, gatillazo total. En consecuencia, tras el desencanto por el desenlace se están aplicando un seppuku épico para llevar en volandas, y antes de tiempo, a Company hasta la jefatura del Govern. Sin un Danilo enfrente que se encargue de los autogoles, no tienen recorrido.
Por eso cuando uno ve que su rival no es más que la proyección de uno mismo, su doble exacto, como pasó con el Tripartito en Cataluña respecto a CiU, la situación se entrega al delirio más imaginario posible. De ahí el estado parapsicológico que ha adquirido el Prusés. Llevamos años con la invocada independencia acercándose a tierras catalanas, arrimándose, planeando… pero no hay manera de verla aterrizar. Al final, el catalanismo se ha convertido en una rama de los Adventistas del Séptimo Día, pues en ambos casos el mesiánicamente ansiado día D nunca se decide a acontecer, se prorroga ad aeternum. Es lo que decía antes sobre apostarlo todo a los errores del enemigo: Puigdemont sólo quiere amagar y amagar, con la esperanza de que el Estado cometa un exceso, aunque sea por un instante, para justificar el golpe de mano a toro pasado, invirtiendo la ley de la causalidad.
Volviendo al Pacte, quiero dejar constancia de mi admiración absoluta por el gurú Garau, ese Rasputín pesemero que tenía abducido a Biel Barceló. Engatusar a 20.000 bípedos con derecho a voto para que confíen en Més creyéndose su ridículo disfraz de lagarterana ex-soberanista, y dos años después con exuberante bipolaridad cargarse el Pacte en esta operación de millonario asalto a las arcas públicas sólo puede ser protagonizado por un tipo cuya genialidad escapa a todo control. Si lo justo es que Bauzá sea condecorado por un Pacte que se lo debe todo, Jaume Garau merece ser canonizado lo antes posible en los altares populares.
Al menos ha quedado bien enterrado el cuento de la pureza de Més, su complejo de superioridad moral. En el fondo, detestan gobernar. Demasiada responsabilidad para nuestros kamikazes cuatribarrados. Adolescentes vocacionales que prefieren arraigar en el gimoteo victimista, se mueren de ganas por regresar a la oposición cuanto antes. No han esperado ni a la mitad de la legislatura para incinerarse.

 (disección publicada hoy en El Mundo-El Día de Baleares)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lúcido y brillante final el de su artículo.
Enhorabuena.

Johannes A. von Horrach dijo...

Muchas gracias.
un saludo

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